El presidente de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia cobra doce mil euros mensuales. Los perceptores de cantidades similares saben que el ingreso de esa suma cada treinta días cursa con las ínfulas napoleónicas de creerse con poder para la aplicación unipersonal del 155 a una pobre región insular.
Las amenazas que Mr. Doce Mil Euros vierte sobre el Parlament no solo comportan una injerencia digna de los insultos que Pablo Casado reserva a Pedro Sánchez. Se llevan a cabo también desde la intrínseca superioridad madrileña sobre cámaras democráticamente elegidas, porque sí. En la cúpula excelentemente remunerada de la CNMC no figura un solo mallorquín.
La oferta injuriosa de "ayudar" a los aborígenes analfabetos llega un día antes de que la cámara votada, a diferencia de Mr. Doce Mil Euros, proceda a aprobar el texto legal. Quizás porque recuenta a mano su salario, el muy presidente del organismo de actividad insignificante funciona con cierto retraso. Benemérito, quiere "minimizar el perjuicio negativo sobre la actividad económica". ¿Existe un "perjuicio positivo"? Aparte de que la "actividad económica" exige seres vivos.
La lógica supondría que Mr. Doce Mil Euros concentraría sus esfuerzos competenciales en descabezar la hidra monopolística de Amazon, Google o Facebook. Debe considerar que su magro salario no justifica tan intenso desempeño, y prefiere concentrar su esfuerzo censor en una modesta iniciativa regional contra la contaminación. Algo bueno habrá hecho el Parlament, para ser insultado por el oscuro organismo.
Mr. Doce Mil Euros solo ha conseguido el apoyo incondicional del abanderado Biel Company, cuyo conocimiento de la esencia de la CNMC es tan profundo como su dominio sobre la esencia que quema un motor diesel. Si Madrid siente un mínimo de curiosidad en averiguar por qué su estructura ineficaz y mastodóntica fabrica independentistas allá donde pisotea, basta que le pregunte a Mr. Doce Mil Euros.
