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Opinión

Carrau, presunto anticorrupción

Carrau, presunto anticorrupción

Juan Carrau no solo ha recibido en este diario un trato proporcionado a su antigua labor como fiscal Anticorrupción, sino que puede presumir de ser uno de los personajes públicos mejor considerados en estas páginas, desde que en 1997 interrogara a Gabriel Cañellas en el banquillo.

De ahí el estupor que causa su comportamiento en el escándalo de la mafia policial bautizado como caso Cursach. El Tribunal Superior calificará penalmente a Carrau, pero su empeño en lograr la abrupta retirada de todos los investigadores o informadores del repugnante consorcio obliga a etiquetarlo de presunto fiscal anticorrupción.

La mofa de Jaume Matas a Mallorca a través de su pacto con Carrau en Over Marketing, así como la súbita cancelación de sus peticiones de penas de 18 y diez años en el caso Mar Blau en negociación con los mismos interlocutores, despertaron una acusada perplejidad. Sin embargo, ha sido en la anulación de la investigación a Cursach donde el fiscal se ha empleado con mayor intensidad.

Carrau pide y consigue que se aparte de la instrucción al juez Manuel Penalva hoy de baja, una expulsión que la perspectiva inclina cada vez más hacia lo descabellado. Carrau aparta también progresivamente al fiscal Miguel Ángel Subirán de la gestión del escándalo. A continuación, Carrau se suma entusiasta a una anodina querella de Cursach por revelación de secretos, y la utiliza como palanca para desmantelar con detenciones incluidas al grupo de blanqueo policial que había investigado al magnate. Y de paso, Carrau propicia meses de seguimientos de periodistas que informaban del escándalo, lo cual desemboca en el secuestro de sus instrumentos de trabajo.

Las medidas citadas habrán causado lógicamente honda satisfacción en Cursach. La desviación a estos cometidos pueriles de medios que debían invertirse en combatir la corrupción no incomodó a Carrau. Por desgracia para el presunto fiscal anticorrupción, el mismo juez Miguel Florit lo ha desautorizado, al anular los autos que le venían perfectamente redactados por el funcionario de sorprendente evolución.

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