Ana María Calvo lleva casi una década atrapada en un agujero negro del sistema. Tiene esquizofrenia y deficiencia mental, un doble castigo que le ha cerrado las puertas de todo tipo de centros sanitarios y asistenciales de la isla, empujándola a la calle y la indigencia. Lleva dos semanas ingresada en la planta de Psiquiatría de Son Llàtzer, a donde llegó muy mal después de pasar otra temporada en la calle. "Si le dan el alta, no creo que esta vez sobreviva", subraya Rosa Calvo, hermana de Ana y a día de hoy también su único apoyo.

Son Llàtzeron Llàtzer no puede acoger por tiempo indefinido a una paciente del perfil de Ana. Tampoco el hospital psiquiátrico de Palma, donde ha pasado largas temporadas, la acepta a largo plazo por culpa de ese doble diagnóstico. "Podría quedarse allí si solo fuera esquizofrénica, pero no sí también es deficiente mental", aclara Rosa. "Es donde mejor ha estado. Con medicación, bien atendida, incluso mejoró algo. Pero al salir volvió a la calle y siguió deteriorándose", recuerda.

Ana nació en SóllerNo tiene residencia fija y duerme en cajeros, viviendas abandonadas y casas de aperos. Sin medicación, ni ningún tipo de asistencia psiquiátrica, degenera mes a mes. Dispone de algún dinero gracias a algunas limosnas y, dice su hermana desesperada, ejerciendo la prostitución.

"Se aprovechan de una mujer que no distingue la realidad, que no es responsable de sus actos y que no tiene capacidad para protegerse. Está absolutamente indefensa, ni siquiera es consciente de que vivir en la calle es peligroso para ella", explica.

Precariedad

Rosa tiene 54 años, uno más que su hermana. Y describe una situación personal y económica precaria que le impide sacar de la calle a su hermana. "En 2008 me arruiné y desde entonces no levanto cabeza. Hace unos años sufrí un desahucio por el impago de la hipoteca y desde entonces he ido encadenando un trabajo precario tras otro, casi siempre en el sector de la hostelería", explica.

Ahora la mujer vive en un piso compartido en el que además hay niños, lo que descarta la posibilidad de alojar allí a Ana. "Da igual. Cuando tenía una casa propia la acogía, pero al cabo de uno o dos días desaparecía y dejaba de tomar la medicación. Lo que necesita es un lugar en el que esté permanentemente vigilada", argumenta.

La solución a largo plazo pasa por un juez, el único que puede incapacitar permanentemente a una persona, primer paso para que pueda ser tutelada por la administración. Pero los dos intentos realizados hasta la fecha han acabado en archivo.

Rosa hace acopio de todo tipo de informes psiquiátricos que dan fe del precario estado mental de su hermana. "Ha tenido múltiples ingresos hospitalarios y se han movilizado los recursos extrahospitalarios de los que contamos para poder realizar un seguimiento adecuado de la paciente, habiendo sido esto siempre imposible", reza un informe de psiquiatría de Son Llàtzer. "Ha presentado alteraciones de conducta graves que han supuesto riesgo para ella y para otras personas", concluye el escrito.

Un informe social resalta que la mujer "se encuentra en una grave situación de riesgo y carece de capacidad de autocuidado, por lo que informa al Ministerio Fiscal de la situación para que tome medidas".

Pese a todo, de momento la vía de la justicia permanece vetada para las dos hermanas. Y Rosa está convencida de que a Ana se le agotan las vidas. "Que no salga. No en pleno invierno. Va a morir de frío en la calle. Denunciaría si pudiera a las administraciones por omisión del deber de socorro y a todos los que permiten que una mujer como mi hermana esté en la calle. Es desesperante".