Alcanzar el poder, en muchas ocasiones, es un arduo trabajo que incluso obliga a dejar las ideas en un cajón en aras al objetivo final. José Ramón Bauzá sabía que para llegar a hacerse con el control total del partido mayoritario de Balears, el PP, debía esconder su verdadera ideología. Por ello, no dudó en disfrazarse de regionalista para obtener el beneplácito de los barones populares, incluido el omnipresente Gabriel Cañellas, y coger las riendas del partido que lo catapultaría a la presidencia del Govern en 2011, su gran objetivo final.

Corría el año 2010 y el PP de Balears celebró un congreso para elegir a su nuevo líder entre dos candidatos: José Ramón Bauzá y Carlos Delgado. El potente sector regionalista popular se debatía sobre a quién debía apoyar. Tenía claro que Delgado, exalcalde de Calvià, representaba el polo opuesto a sus directrices y decidieron apostar por Bauzá. El talante moderado, sin meterse en temas lingüísticos ni de identidad, convenció a los regionalistas frente a un Carlos Delgado mucho más españolista.

Sin embargo, una vez alcanzada la presidencia del PP, a pocos meses de las elecciones, nombra a su contrincante Delgado vicepresidente del PP. Unos meses más tarde ya habla de derogar la Ley de Normalización Lingüística y se encienden las alarmas entre los barones regionalistas populares: "Nos habrá salido rana", pensaron todos ellos.

Jaume Font, hoy presidente de El Pi, fue de los primeros en darse cuenta de que realmente Bauzá había llegado de puntillas y se había colocado el disfraz de regionalista para alcanzar el poder, pero que su verdadera ideología no distaba mucho de la de Delegado.

"Consiguió engañarnos a todos haciéndose pasar por moderado", ha aseverado en más de una ocasión Antoni Pastor cuando recuerda aquellos momentos. Jaume Font decidió marcharse al comprobar los verdaderos postulados de su entonces líder. Pastor aguantó como diputado hasta que rompió con él y se fue al grupo mixto.

De todas formas, la operación le salió redonda a Bauzá, ya que el PP es un partido disciplinado y presidencialista y solo Font le dio el portazo. Ello le permitió ganar las elecciones en 2015 con el mejor resultado de la historia y 35 diputados.

Sin duda alguna aquel magistral resultado fue el peor enemigo de Bauzá. Subido a los altares del triunfo empezó a gobernar con aires de estadista y creyéndose tocado por la varita mágica del triunfo. Ello le terminó de quitar el disfraz de regionalista con que había llegado sigilosamente a la primera línea política y le llevó a declarar una guerra cruenta contra el catalán. El Tratamiento Integral de Lenguas (TIL), con el objetivo de arrinconar el catalán en la enseñanza, impuesto por encima de autos judiciales, mostraron al verdadero José Ramón Bauzá. Le siguieron la Ley de Símbolos para evitar que los profesores colocaran lazos en los colegios y se cargó algunos aspectos de la Ley de Normalización Lingüística en el apartado de función pública. Pero también le siguieron duros recortes en sanidad y otros ámbitos de la administración que provocaron la movilización popular.

100.000 personas en la calle

José Ramón Bauzá pasará a la historia de Balears. Pero no lo hará por sus logros como president del Govern. Será recordado como el hombre que consiguió poner de acuerdo a 100.000 personas para salir a la calle, ataviados con camisetas verdes, y protestar contra sus políticas. Fue la mayor manifestación que jamás han vivido las islas.

Los alcaldes de la part forana ya advertían la debacle que se avecinaba y constituyeron un movimiento crítico contra él. Arrinconó a todos los que le pedían que bajara el pistón de su cruzada contra la lengua. Prueba de ello es que incluso decapitó políticamente al entonces alcalde de Palma, Mateu Isern, al considerarlo uno de los cabecillas de la revuelta de los ediles críticos.

José Ramón Bauzá seguía viviendo en la nube del todopoderoso president del Govern y pocos días antes de las elecciones de mayo de 2015 aseguraba a gente de su entorno, que lo miraba con incredulidad, que se podía revalidar la mayoría absoluta.

Su sentencia fueron los resultados electorales con la pérdida de la friolera de 25 diputados, el peor porcentaje de la historia del PP, y la llegada del Pacto de Izquierdas. Los barones regionalistas, con Mateu Isern, Biel Company hasta que consiguieron relevarle de presidente del PP. Para no avasallarlo en exceso le dejaron ser senador autonómico.

Sin embargo, Bauzá todavía no había asimilado la dura derrota y decidió enfrentarse en el congreso de 2017 al aparato regionalista que ya controlaba Company. El resultado fue otra dura derrota que lo hizo volverse cada vez más asiduo a Madrid y acentuar su españolismo.

Su balance en el Senado tampoco ha sido para tirar cohetes. En dos años solo impulsó dos iniciativas parlamentarias en la Cámara Alta y ninguna de ellas tenía que ver con Balears, cuando él fue escogido Senador por el Parlament.

En el Senado, el expresident iba por libre. No conectaba con el resto de senadores del PP y la gota que colmó el vaso fue cuando se votó el descuento del 75% en los vuelos a los residentes y él no asistió a la votación. En el PP de las islas montaron en cólera al ver que su senador autonómico no apareció.

Se dejó querer por Ciudadanos, hasta que desde la cúpula naranja dejó claro que no lo quería.

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