Han desaparecido algunos actores que ya no volverán, pero surgen otros. La industria mallorquina repunta renovando maquinaria, formando a nuevos trabajadores y mirando fuera de la isla. Fábricas como Lafiore, Camper, Bimbo, Coca-cola o LafioreBimboPepsi por cierres y deslocalizaciones, pero otras empresas han tomado el relevo.

La economista e investigadora Vanessa Rosselló habla de una industria que se está "reinventando", tesis que también comparte el Govern. Los sindicatos, en cambio, lamentan la "pérdida de tejido industrial" y de un tipo de empleo por lo general más estable y mejor remunerado que el que genera el turismo. Sí hay coincidencia en un punto: la industria ha emprendido un viaje sin retorno al pasado.

"Hay un denominador común en los cierres que hemos visto en los últimos años como el de la planta embotelladora de Pepsi. Son empresas muy potentes, con beneficios ingentes dentro y fuera de España. Ganan mucho dinero y fabricar en Balears les supone un coste añadido, así que no se plantean mejorar las plantas. Más aún cuando distribuir desde la Península les sale tan barato. Entonces vienen a plantear un ERE con mucho dinero y también metiendo mucho miedo a los trabajadores. Les dicen que más tarde o más temprano cerrarán, y no se molestan en darte una justificación económica", critica Daniel Cámara, responsable de la federación de Industria de CCOO en Balears.

Trabajadores en el "abismo"

También hay preocupación en UGT. "Cuando desmantelan una fábrica decenas de trabajadores se encuentran en una situación muy complicada porque generalmente están en una edad complicada para reincorporarse al mercado laboral y además no han conocido otra cosa. Tampoco pueden buscar en un sector que ya no existe porque han cerrado su fábrica y las de la competencia, así que se encuentran ante un abismo", subraya Sonia Saavedra, responsable de la federación de Industria del sindicato.

Un reciente artículo publicado por los economistas Carles Manera y Elisabeth Valle pone algo de contexto histórico. Mallorca disfrutó de un tejido industrial notable a partir de 1950, pero tres décadas después empezaron las dificultades.

"El modelo empezó a tener problemas serios de productividad desde 1985. Se repetía, en cierta forma, la tónica económica secular: crecer sobre todo en cantidad -más turistas, más construcción, más trabajo de poca capacitación- más que desarrollarse en franjas de demanda de mayor calidad. En tal contexto, la inversión en tecnología suele considerarse como el factor determinante para superar la desindustrialización", aconsejan los economistas.

Rosselló se ha especializado en el sector y considera que la industria mallorquina ha superado el bache. Asegura que el turismo no invade su espacio, sino que le ofrece nuevas oportunidades de negocio. "Por ejemplo, el sector del mueble en Manacor se reinventó con la crisis y se orientó hacia las reformas hoteleras y al segmento del lujo. Con la recesión muchos clientes de siempre desaparecieron. El turismo supuso una oportunidad, y también el auge del sector náutico porque muchas empresas empiezan a fabricar carpintería interior para las nuevas embarcaciones que se construyen o reforman en Mallorca", explica.

Esta investigadora habla de "clústers", ecosistemas en los que se concentra una actividad económica con presencia de empresas, administraciones públicas y centros de conocimiento. "Un clúster es un reloj en el que cada engranaje hace funcionar los otros y eso es lo que está pasando con la industria, donde un sector hace de motor y ayuda a funcionar a los demás", valora.

El mueble, el sector náutico y la moda son ámbitos que tiran de un sector industrial que todavía conserva algunas heridas abiertas. "La cadena de valor de la industria nace con la fabricación del producto y sigue con su comercialización. Antes eso se hacía en un mismo edificio y ahora parte de ese proceso se hace fuera, por eso se considera que el territorio pierde valor cuando sucede eso", subraya Rosselló en referencia a cierres como el de Pepsi o deslocalizaciones como la de Camper.

"Deslocalizó su fábrica, pero su facturación se consolida a través de una cuenta que está en Inca y que factura una burrada. Se pierden puestos de trabajo, pero no valor de marca o producto. Y eso va muy ligado a la competitividad. No es malo sacar fuera una parte de la cadena si potencias otra", zanja esta investigadora.

Paco Cámara, afectado por el ere de Bimbo: "La fábrica era rentable, pero salía más barato cerrar y traer el producto de la Península"

Paco Cámara empezó a trabajar en la fábrica de Bimbo en 1988. Enlazó contratos temporales hasta que en 1992 la empresa le hizo fijo. Horneó pan de molde y bollería hasta que en enero de 2016 un ERE se saldó con su despido y el de otros 43 compañeros. Sigue en el paro desde entonces.

"La compañía alegaba pérdidas. Hubo un cambio de dirección y uno de los nuevos responsables nos llamó para que fuéramos a Guadalajara a negociar. Recuerdo perfectamente lo que nos dijo nada más sentarnos: 'Si no os bajáis el sueldo, cerraremos la fábrica de Madrid'", recuerda.

Cámara, que peleó contra los despidos representando a UGT, considera que no había una justificación económica para cerrar la fábrica -el departamento de distribución sigue abierto-. "Siempre he pensado que si quieres reducir gastos lo mejor es vender más, no cerrar. Estoy seguro de que la fábrica podría haber sido rentable si hubieran invertido en modernizarla. La realidad es que traer el producto de la Península les sale más barato, y eso vale para otras empresas que cerraron porque producir aquí el producto les salía más caro que traerlo de fuera", valora.

Cámara, de 55 años, asume que tiene una difícil reinserción en el mercado laboral. "Cuando sufres un ERE la edad es importante. Si te pilla con 57 o 58 años igual puedes pensar en una prejubilación después de unos años en paro. Pierdes algo, pero te arreglas. Y si te pilla joven tienes mucho margen para buscar otras cosas, reciclarte, formarte... Pero después estamos los que en ese momento rondábamos los 50 y lo estamos teniendo muy difícil", lamenta este trabajador.

Juan León, trabajador de Pepsi: "Trabajar en una empresa como Pepsi era como site hubiera tocado la lotería"

Juan León era el presidente del comité de empresa de Pepsi cuando el pasado mes de febrero la multinacional ejecutó un ERE que terminó con el cierre de su planta embotelladora de Marratxí y el despido de 26 trabajadores. León salvó su puesto de trabajo porque se empleaba en el departamento de ventas, que sigue abierto.

"La fábrica había llegado a tener mucha actividad, pero era necesario realizar unas inversiones que la empresa se negó a hacer. Decidieron que no les iba a salir rentable y que era el momento de acabar con ella. En los buenos tiempos llegaron a trabajar allí más de setenta trabajadores; cuando llegó el ERE solo quedaban 26", recuerda León, que negoció en representación de CCOO.

"Aquello significó el despido de trabajadores que llevaban toda la vida allí, gente veterana que no lo tiene nada fácil para reincorporarse en el mercado laboral. La fábrica llevaba abierta desde 1967, algunos trabajadores no habían conocido otra cosa", lamenta León, de 56 años.

Este trabajador recuerda la época en la que emplearse en una empresa del perfil de Pepsi garantizaba unas condiciones laborales superiores a la media. "El que entraba a trabajar en una compañía como Pepsi o Coca-cola tenía unas condiciones laborales muy buenas, era casi como si te hubiera tocado la lotería. Tenías un buen sueldo y además nos creíamos que esos trabajos eran para toda la vida. Jamás imaginé que vería el declive de estos últimos diez años en el sector", subraya.

Y asume que aquella época no volverá: "Han pasado muchas cosas en muy poco tiempo, no es posible dar marcha atrás".