En América central las autoridades sanitarias de algunas zonas veían como muchas personas jóvenes, fuertes y trabajadoras (la mayoría con trabajos al aire libre) desarrollaban insuficiencia renal a edades muy temprana y muchos morían. Y no se encontraba el motivo. Era un misterio. Una colaboración internacional entre el equipo de la UIB de Félix Grases; el Hospital Mateu Orfila de Maó y la Universidad de Columbia han encontrado por fin al culpable: la fructosa.

"La fructosa incrementa el riesgo de sufrir cálculos renales", explica Grases, director del Laboratorio de Litiasis Renal de la Universitat: "Es algo que hasta ahora no se sabía".

Según la investigación que se publicó en la American Journal of Kidney Diseases, se comprobó que estos trabajadores bebían grandes cantidades de un jarabe de maíz con elevadas cantidades de fructosa (hasta seis latas al día), lo que les provocaba esta enfermedad, la nefropatía mesoamericana.

"Como es algo natural no se pensaba que la fructosa podría tener estos efectos, pero que algo sea natural no significa que sea buena por qué sí", razona Grases.

¿Dónde está presente la fructosa? En muchas bebidas azucaradas (incluyendo zumos envasados) y también en alimentos como las manzanas, las peras, los dátiles y la miel.

"Las personas con diabetes, gota y obesidad tiene que ir especialmente con cuidado con la fructosa y con el consumo de estos alimentos", señala el investigador, que para estas personas en particular recomienda controlar la fructosa que ingieren: "Por ejemplo, lo aconsejable sería que no comieran más de una manzana al día". Para las personas que no padecen estas enfermedades, el consejo de Grases es evitar las bebidas azucaradas y comer "un poco de todo". Subraya: "No vayamos a demonizar la fruta ahora".

¿Por qué la fructosa tiene este efecto? Porque aumenta los niveles de ácido úrico. Así concluyeron los investigadores tras el estudio que llevaron a cabo en la Unidad de Nefrología del Mateu Orfila con 33 personas de 40 a 65 años para determinar la relación entre la fructosa, los cálculos renales y el fallo renal.

Durante dos semanas, los pacientes ingirieron 200 gramos de fructosa diarios (el equivalente a seis botes de refresco). Se les fueron haciendo muestras de sangre y orina y se concluyó que la fructosa incrementa el riesgo de sufrir cálculos renales ya que reduce significativamente el pH urinario y los niveles de magnesio en la orina, a la vez que incrementa los niveles de oxalato a la orina. Todo ello predispone a la formación de piedras en el riñon.

"Hemos demostrado que la fructosa aumenta los niveles de ácido úrico a la sangre y como consecuencia también la orina", concluye Grases.