La declaración de impuestos siempre le sale a pagar a Balears. De nada sirve el intento de desgravar por sus carencias en carreteras, sanidad o saneamiento. Ni siquiera recibe el plácet para recuperar una parte de lo que entrega en demasía al Estado. Podría hacerlo a través del no nato, que jamás de los jamases será un neonato sano, Régimen Especial de Balears (REB). Pero no es no. Da igual si el recaudador principal del Reino se apellida González, Aznar, Zapatero -aunque este al menos reconoció el desequilibrio-, Rajoy o Sánchez. El resultado siempre es el mismo. Toca pagar.

Con estos antecedentes, es difícil entender las razones que llevaron a creer a la conselleria de Medio Ambiente que el ministerio del ramo les iba a condonar la jugosa cantidad de 46 millones de euros. El dinero lo reclama el Gobierno central a través de la vía judicial por un quítame allá esas desaladoras. Los casi cincuenta kilos son una octava parte del inexistente dinero con el que nos iba a regar el fantasmagórico REB.

El ministro de Fomento, José Luis Ábalos, aterrizó el viernes en Palma para prometer unas inversiones ferroviarias con las que pretende salvar la cara de la generala Francina Armengol tras el portazo que le han dado la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, y el mismísimo mariscal Sánchez. Nada concreto. Planes de estos que pasan de un año al siguiente, de un presupuesto al próximo, de una legislatura completa a otra inacabada. Un déjà vu demasiadas veces.

Humo de camuflaje para Armengol frente a la realidad de un ejército de políticos, abogados del Estado y funcionarios que exigen la devolución de la pasta de las desaladoras. Ya sabe. A pagar. Y con recargo.