El subarchipiélago de Cabrera atesora tanta historia, leyenda y patrimonio natural que no cabe en Cabrera. Por eso necesita multiplicar por nueve su superficie. Por esta razón el 18 de diciembre se aprobará su ampliación. Porque necesita crecer para dar cabida a tanto contenido... y ni siquiera así tenemos garantías de que pueda abarcar tanto en las 90.700 hectáreas que tendrá.

Allí nació Aníbal. Más concretamente en el islote des Conills. Así lo atestigua, aunque sea en falso, el cuadro de hijo ilustre de Palma del militar cartaginés que puso en jaque al imperio romano. En Cabrera se creó un monasterio cuyos monjes se echaron en manos de la vida disoluta y hasta el Papa tuvo que reprenderles. San Gregorio Magno les sermoneó por carta: "Más que servir a Dios, luchan y lo decimos llorando, a favor del antiguo enemigo".

Cabrera también es, probablemente, el primer campo de concentración de la historia. Allí fueron deportados miles de prisioneros franceses después de ser derrotados en Bailén. Se vivieron casos de antropofagia y de heroísmo, de generosidad y mendacidad. Los barcos del financiero Juan March aprovisionaban en sus aguas a los submarinos alemanes durante la Gran Guerra. Cerca del puerto fue asesinada la familia Suñer por las tropas republicanas que preparaban la invasión de Mallorca.

En el mar circundante se estrelló el caza alemán que pilotaba Johannes Bockler durante la II Guerra Mundial. La leyenda sostiene que su fantasma vaga desde el Cap Ventós a la punta de n'Ensiola. Cabrera es la Cova Blava, sus sargantanes y su castillo. Es su flora y su fauna marítima cada vez más abundante. Es su cielo y sus aguas transparentes.

Tanta Cabrera no cabe en Cabrera. Por eso hay que ampliarla. Indefinidamente.