"Nos conocimos por Internet en 2007. Yo me había trasladado a Málaga por trabajo y él vivía en Mallorca, pero nos veíamos siempre que podíamos. En esa época él me trataba como una reina. Entonces me salió la oportunidad de desplazarme a la isla porque mi empresa iba a abrir una sucursal allí, así que no me lo pensé. Pero nada más desembarcar en Palma".

Así empieza la historia de violencia machista que Eva Karlsson ha decidido recoger en un libro que publicará el 5 de diciembre en Suecia, a donde regresó para alejarse de su maltratador. De momento Isolerad i paradiset (Aislada en el paraíso) saldrá a la venta en sueco, pero Karlsson no descarta una edición en castellano.

"Lo he escrito porque ya no le tengo miedo, la última vez que le vi le miré a los ojos. El libro pretende ser un toque de atención para otras mujeres; es importante conocer a una persona antes de tirarse a la piscina y saber interpretar las señales de alarma que surgen al principio", explica Karlsson por teléfono desde Suecia.

Su andadura en Mallorca empezó mal. "Al desembarcar con todas mis cosas me di cuenta de que no había venido a buscarme. Tenía que instalarme en su casa, pero no me cogió el teléfono hasta las siete de la tarde. Y cuando por fin pude verle estaba de mal humor, apenas me besó. Pensé que me había equivocado, pero ya le había dicho a todo el mundo que había venido aquí a empezar una nueva vida", recuerda Karlsson.

Él, mallorquín de padres marroquíes, se enfadaba cada vez con más frecuencia y por motivos absurdos. "Un día llegué a casa súper contenta porque había cobrado una comisión por la venta de un piso. Pero él empezó a gritarme. Decía que a las mujeres europeas solo nos interesaba el dinero, a diferencia de las musulmanas. Fue la primera vez que sentí miedo estando a su lado", explica esta víctima de violencia machista.

Cada vez más aislada

Ambos vivían con la hija de él, nacida de una relación anterior. "Intentaba ser la mujer que él quería, pero nunca llegaba porque no era musulmana. Intenté acercarme al Islam para complacerle, aunque mucho después me di cuenta de que en realidad él solo quería una esclava", evoca esta mujer.

Pasaron ocho meses de desprecios, humillaciones y gritos en los que Karlsson se había aislado cada vez más. Del trabajo a casa, sin poder salir a tomarse una cerveza. Entonces llegó la primera agresión: "Era por la noche, él estaba en la cama y yo quería hablar de un problema que habíamos tenido. Él me contestó que quería dormir y yo le insistí. Entonces se levantó, me agarró del pelo y me arrastró de la habitación hasta el pasillo. Me dejó tirada allí, en el suelo, y él se fue a dormir".

En 2009 nació la hija de ambos. "Nunca me llevaba a ningún sitio, vivía encerrada en casa aguantando broncas y siendo su criada. Así que estando embarazada de seis meses me compré un billete de ida a Suecia. Era una prueba, pensé que si el bebé y yo le importábamos, vendría a buscarnos. Durante semanas se negó a venir porque decía que era muy caro. Solo aceptó venir al parto, y lo único que se le ocurrió decirme al verme en el hospital después de tanto tiempo es que estaba fea y descuidada", lamenta.

Conversión al Islam

Él se negó a reconocer la paternidad de la niña. "Decía que si queríamos casarnos yo tenía que convertirme al Islam. Pese a todo volví a Mallorca con la niña y me instalé en casa de su hermana. Seguía creyendo en él porque cuando tenía un buen día era muy cariñoso. Era como el doctor Jekyll y Mr. Hyde", subraya esta escandinava.

Pero la fe de Karlsson en la relación empezó a resquebrajarse: "Un día íbamos en coche, hacía mucho calor y le pedí que bajara las ventanillas. Se negó, empezó a gritar como un loco y acabó parando y dejándome tirada en medio de la carretera. Creo que nunca había llorado tanto en mi vida. Ya no aguantaba porque en Suecia había vuelto a saber qué era vivir con libertad".

Pasó el tiempo y hubo más episodios violentos. "Un día le llamé por teléfono y no contestó. Cuando le vi y le pregunté por qué no quería hablar entró en cólera, se levantó y me agarró de los pelos. Ese día estaba delante su hija, cuando se ponía así no le importaba nada", subraya.

El punto de inflexión definitivo llegó cuado la hermana de su maltratador la echó de su casa con todas sus cosas y la niña. "Me fui a otro piso. Fue como despertar, ya sabía que me tenía que alejar definitivamente de aquella gente", cuenta Karlsson. Un día de 2012 recogió a la niña del colegio y se marcharon a Suecia para no volver. Para entonces él, que nunca llegó a reconocer legalmente a su hija, ya había empezado a maltratar a otra mujer.