“Guarden sus heridas, señoras, porque pueden molestar al torturador. Hay que ser una víctima digna. Es decir, que se sepa callar. La palabra les ha sido confiscada”.

La intervención de la antropóloga Catalina Canyelles ayer en el colegio de abogados estuvo llena de citas. Ésta es de la feminista Virgine Despentes y es la que usó para concluir su presentación sobre cómo el machismo (también) campa a sus anchas por los juzgados de violencia de género.

Otra cita, consecuencia de esto último: “Muchas mujeres explican que el proceso judicial es casi peor que la agresión por la que habían denunciado”.

Palabra de abogada del turno de oficio. Canyellas, miembro del centro de defensa de los derechos humanos IRÍDIA, expuso ayer solo algunas de las muchas citas que forman parte de la tesis que está a punto de depositar, para la que hizo más de 800 horas de observación y trabajo de campo en los juzgados de violencia de género de Palma y Barcelona.

Entrevistó a una treintena de operadores jurídicos (abogados, fiscales y jueces) y constató que varios de ellos (no todos, indicó: también hay gente concienciada) estereotipan a las víctimas; no tienen claro qué es violencia de género, la invisibilizan o minimizan...

Esta actitud genera sesgos en la interpretación de lo denunciado; dudas sobre la credibilidad de la víctima y un trato no siempre adecuado; falta de diligencia al investigar; vulneración del derecho a la información; inaplicabilidad de la normativa e impunidad.

La antropóloga puso muchos ejemplos de frases reales de estos actores jurídicos durante su presentación en el marco de las jornadas Estrategias para la Coordinación Institucional y la Intervención con Víctimas de Violencias Machistas, organizadas por el IB-Dona.

En sus entrevistas, percibió que los operadores distinguen entre las “víctimas reales” y las otras. Las “auténticas” son las que viven “violencia muy graves”; las “inocentes, que aguantan y no se defienden” y que durante el proceso judicial “acatan el potcolo, muestran gratitud y no obstaculizan”. Según un juez “la víctima real es la que no se atreve a denunciar”.

El cliché, indicó Canyelles, también afecta a la identificación de la violencia de género: “No se identifica y se invisibiliza, se reduce a las agresiones más graves o letales, las que dejan marcas; se normaliza violencia psicológica”.

Ejemplo. Una abogada de turno de oficio: “Hay casos que no son violencia sino dependencia”. Otra abogada, que evidencia que existe un doble discurso: “Por cada diez víctimas hay dos que no lo son, pero no lo puedo decir porque tengo que ser políticamente correcta”.

El mito de la denuncia falsa

Hay voces que cuestionan a la víctima y también desconfían de sus motivos: “El mito de la denuncia falsa está anclado en el sistema judicial”, señaló la ponente, quien recordó que según la última memoria del la Fiscalía General del Estado entre 2009 y 2017 el 0,0078% de las denuncias han sido falsas.

Según Canyelles, no siempre se entiende qué es la violencia de género, se niega. y cuando se admite no se concible como una consecuencia del machismo estructural de la sociedad, sino que se buscan otros factores: la precariedad económica, el alcohol... y solo se acota a otras culturas. Se ve como algo lejano, porque muchos operadores consideran que en la europea se vive en plena igualdad. “No existe la violencia de género”; “Es algo de antes”. Es una manera, según la antropóloga de no responsabilizarnos del tema porque es algo que ‘no va con nosotros’.

Sobre esto, sobre “la inacción” y “los silencios” , Caterina Canyelles también intercaló una cita. La de la filósofa Hannah Arendt: “El mal puede ser obra de la gente común”.