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Propiedad anónima, camuflada y mercantil

Al Govern le está resultando tan complicado como se esperaba sacar a flote la extensa bolsa de pisos vacíos susceptibles de poner a disposición del IBAVI para ser ofrecidos en alquiler social y, de paso, amortiguar el incremento del precio de arrendamiento de la vivienda. A la vista del modo en que se han puesto las cosas en estas islas, es una misión tan compleja como necesaria, pero imprescindible para poder atender un derecho elemental, el de la vivienda a un coste, sino razonable, por lo menos asumible.

Casi es la lucha de David contra Goliat, sin que esté garantizado un resultado equiparable al del episodio bíblico. Cinco inspectores del Govern -dicen que con el cambio de año serán 17- para sacar a flote un sinfín de pisos propiedad de bancos y fondos buitre dispuestos a todo excepto a colaborar y a abrirse al altruismo y a la sensibilidad social. Un segmento importante de la propiedad de la vivienda en Mallorca se ha vuelto anónimo, se camufla todo cuando puede y solo se mueve o espera por intereses especulativos y mercantiles.

Los fondos buitres responden a su denominación, son rapaces y no descartan prácticas carroñeras. Van a barrios degradados, acaparan residencias poco atractivas y esperan mejores oportunidades del mercado inmobiliario para volver a venderlas. Uno de ellos, Divarian Propiedad, es titular de 120 pisos en Son Gotleu de Palma.

Los fondos buitres solo han registrado en la lista del Govern 600 pisos en Mallorca. Los cálculos de sus propiedades reales son muy superiores. Digamos que esta cifra es la tapadera de una realidad que no quedará más remedio que descubrir si se quiere afrontar en su justa dimensión la compleja problemática que aqueja a la vivienda.

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