Ocultan su rostro y su nombre verdadero por temor a sufrir represalias de quienes las vejaron, insultaron y agredieron. Patricia, Noelia y Fátima ofrecen un testimonio crudo y sin concesiones, esperando servir de ejemplo para otras mujeres que ahora pasan por lo mismo.

Patricia: "Me empujó por la escalera y caí rodando un piso"

"Al principio pintaba tan bien que hasta le pedí matrimonio". Habla Patricia, víctima de una relación de pesadilla con un maltratador. Ha pasado un año y aún no ha podido sacudirse el miedo.

Recuerda muy bien cuándo empezó a romperse el hechizo: "Una noche llegó del trabajo y me dijo que quería cenar. Le contesté que era muy tarde para cocinar y me respondió que era una mujer inservible. Le cociné algo y me lo tiró a la cara, literalmente. Recogí la comida del suelo en silencio y me fui a dormir".

"Me dedicaba a él y a mi trabajo. No tenía amigos y no podía salir, pero él sí podía hacer lo que le diera la gana. Me decía que si quería ver a alguna amiga, que viniera a nuestra casa. En esa época no escuchaba a nadie, solo a él. Para mí era como un rey, estaba enamorada y no atendía a razones", relata Patricia.

El primer puñetazo tampoco se olvida: "Estaba nervioso porque no encontraba aparcamiento y me culpaba a mí. Así que empezó a gritar y me dio un puñetazo en el brazo. Me bajé del coche y me fui corriendo a casa. Llegó y me pidió perdón. Me dijo que yo le ponía nervioso y acabé pensando que sí, que la culpa era mía".

Más gritos, más culpa y más aislamiento. Hasta llegar a la última noche juntos. "Había ido a visitar a mi familia a la que hacía un año que no veía. Él tenía que venir a recogerme, pero no lo hizo. Y al volver a casa por la noche me lo encontré plantado en la puerta, gritándome como un loco. Me dio un manotazo y tiró al suelo mi móvil. Empezó a llamarme puta, cerda, todos los insultos que se puedan imaginar. Me dijo que no servía ni para acostarme con él. Me agarró del pelo, me arrastró hasta la cocina y me dejó tirada en el suelo", recuerda Patricia.

"No pude salir en toda la noche porque cerró con llave. A la mañana siguiente yo estaba mareada, tenía arañazos por todo. Me puse a hacer el desayuno y me preguntó que por qué seguía en casa. Le dije que la puerta estaba cerrada, así que me empujó al suelo. Después cogió un cuchillo y me dijo que si no me iba, me mataría. Me encerré en la habitación para hacer las maletas mientras él rasgaba la puerta con el cuchillo y me gritaba que era una puta", relata.

Pudo llamar a su familia, que acudió a su rescate. "Al llegar a la escalera me empujó y caí rodando un piso. Bajé como pude hasta la calle, me metí en el coche de mis tíos y él vino detrás gritando que era una zorra y que no volviera más", subraya Patricia.

El examen médico posterior confirmó varias fracturas y la denuncia acabó en una condena a prisión: "Ahora tengo más miedo porque debe estar muy enfadado".

Noelia: "Creo que nunca podré dejar de tener miedo"

La primera relación sentimental de Noelia acabó siendo un calvario. Insultos, amenazas y humillaciones se convirtieron en su día a día. Ha pasado algún tiempo, pero no consigue librarse del miedo cuando va por la calle o se queda sola en el trabajo.

"Al principio era un chico normal. Coincidió con que me mudaba de ciudad y me ayudó mucho. En esa época también me peleé con unas amigas y él estuvo apoyándome. El problema es que la mudanza significaba alejarme físicamente de él, así que me obligaba a ir cada fin de semana a su pueblo a verle. Ahí le empecé a conocer más, o más bien de otro modo, y me di cuenta de que consumía drogas", relata Noelia.

Poco a poco las discusiones aumentaron en frecuencia y en intensidad. "Un día tuvimos una pelea muy fuerte en la que me trató de loca. Me dijo que me iba a ingresar en un hospital psiquiátrico. Yo le acusé de drogarse y rompimos. Ahí es cuando empezaron los insultos, el acoso y las amenazas", subraya esta mujer.

Noelia estaba aislada de sus amigos y familia. "Después de dejarlo me prometió que cambiaría. Pensé en darle otra oportunidad y achaqué su comportamiento a las drogas. Pero no cambió. Discutía por cualquier tontería, me controlaba el móvil para saber a quién llamaba y me di cuenta de que no podría estar con alguien tan posesivo", recuerda.

El maltratador no aceptó la ruptura. "Me llamaba a todas horas. Una mañana me desperté y tenía más de cuarenta llamadas que me había hecho durante la noche. Me amenazó con venir al lugar donde trabajaba a montarme un escándalo, me acosaba a todas horas. Así que un día se lo conté todo a mi padre. Me apoyó en todo y decidí denunciarlo por acoso y maltrato psicológico", cuenta Noelia.

Sigue viviendo atemorizada. "Hasta hace poco cada noche tenía la misma pesadilla, que venía a atacarme. Creo que nunca dejaré de sentir miedo. Vas por la calle y miras mucho, te suena el teléfono y te asustas. Si el número es desconocido no contesto nunca", explica Noelia.

Todo tipo de pensamientos se le agolparon en su cabeza cuando trascendió el asesinato de Sacramento Roca a manos de su expareja: "Ella también empezó recibiendo llamadas y mensajes continuamente. Sí, todo el tiempo te repites que te podría haber ocurrido a ti".

Fátima: "La primera vez que me pegó yo estaba embarazada"

"Quiero que mi historia llegue a otras mujeres. Que no tengan miedo y pidan ayuda porque hay una salida". Fátima, originaria de Marruecos, habla de maltrato físico y emocional. Y de lo que se sufre antes y después de poner una denuncia.

" Yo vivía en Marruecos y él nació aquí, aunque de padres marroquíes. Él ya tenía una hija de otra mujer, pero me dijo que buscaba a una musulmana para formar una familia. Yo tenía mi profesión en Casablanca y estaba bien situada, pero me enamoré de él, me casé y vine a vivir a Mallorca", arranca Fátima.

"Al principio era muy cariñoso, pero poco a poco empezó a hacerme sentir como una criada. Él me recordaba siempre que era su casa, su coche y su dinero. Yo no tenía amigos, al principio ni siquiera me dejaba tener móvil. Si quería hablar con mi familia tenía que hacerlo con el suyo", relata.

Empezaron los gritos y los insultos. Y pronto llegó el maltrato físico. "El primer día que me pegó yo estaba embarazada de pocos meses. Me cogió del pelo y me arrastró por el suelo. Otro día me pegó en el coche. Me dio puñetazos en la cabeza tan fuerte que se hizo daño en la mano", relata.

Pasó el tiempo y tuvieron una hija en común, pero Fátima se asomaba cada día más al abismo: "Empezó a decirme que era una enferma mental, imbécil, estúpida... Y yo me lo creía porque estaba completamente anulada. No me dejaba conducir, me llamaba fea, gorda... Él es deportista y me obligó a hacer una dieta para que me mantuviera delgada pese a que yo pesaba 45 kilos. Tenía que cocinar, limpiar, hacer ejercicio físico... Estaba agotada".

Un día llegó el punto de inflexión: "Me di cuenta de que él no estaba enamorado de mí, que ya no había nada de cariño. Me pegaba cuando quería, sentía que mi cuerpo no era mío. Ahí es cuando decidí dejarle", recuerda.

Fátima está "súper agradecida" al IBDona. "Son mi familia. Me facilitaron una casa de acogida y todo lo que necesité, me lo pusieron fácil", afirma. Ahora tiene otra vida con otra pareja con la que ha tenido una segunda hija, pero su lucha continúa: "Me ha puesto varias denuncias porque tras la separación hay un maltrato de los poderes. Un día tuve que declarar en la Guardia Civil porque me acusó de ser una terrorista. Me preguntaron si sabía cómo hacer una bomba".

Ahora sobrelleva el trauma de tener que dejarle la hija de ambos cada dos fines de semana.