Cuatro meses y un día. Ese es el periodo exacto que le ha durado al obispo de Mallorca, Sebastià Taltavull, su fichaje educativo estrella. El prelado ha forzado el cese de Pilar Fortuny como directora general de la Fundación Colegios Diocesanos de Mallorca, que fue comunicado ayer por la noche por carta a toda la comunidad educativa de las escuelas titularidad de la Iglesia de Mallorca, provocando un grandísimo revuelo. Los colegios diocesanos escolarizan a más de 8.000 estudiantes y agrupan a alrededor de quinientos docentes en once centros de la isla. El Sant Josep Obrer (ubicado en Palma y con más de 2.000 estudiantes) es su joya de la corona.

La caída abrupta de la directora general es un golpe directo para la imagen de buen gestor que le gusta trasladar de sí mismo a monseñor Taltavull desde su llegada a Mallorca, relevando al polémico Javier Salinas. En la presentación de Fortuny para dirigir la nueva fundación que agrupa a los once colegios religiosos de Mallorca que dependen directamente del Obispado, el pasado 19 de julio, el prelado repitió que el objetivo era "caminar juntos" y lanzó un reiterado mensaje de unidad que ahora se va al traste.

Con el encabezamiento "a todos los equipos directivos, profesores y personal de administración y servicios de las Escuelas Diocesanas de Mallorca", el Patronato de la fundación -presidido por el propio Taltavull- comunicaba por escrito que "ha decidido cesar a la que hasta hoy ha sido la Directora General de la Fundación", sin nombrarla. En el escueto mensaje, se añade que esta entidad "asumirá la dirección ejecutiva de la Fundación y definirá el perfil para la Dirección General que mejor se adecue a los retos que ha de encarar el proyecto colectivo recién iniciado".

La propia nota oficial resume la brevedad de la nueva era. La carta, con la única firma de "el Patronato", concluye diciendo que éste está "convencido" de que el personal en plantilla de la diócesis seguirá aportando su "esfuerzo e ilusión". Entretanto, los afectados se cruzaban mensajes de WhatsApp de incredulidad y con altas dosis de crítica hacia el Palacio Episcopal y su equipo de confianza. Taltavull se encuentra en Madrid, reunido en la plenaria de la Conferencia Episcopal, y dirigió por teléfono la estrategia de comunicación del cese fulminante. Los motivos de la destitución de Fortuny no se dan a conocer públicamente en la misiva, aunque algunas fuentes hablan de malas relaciones entre ella y el factótum de los colegios diocesanos, el sacerdote Miquel Gual. Otras situaban a la destituida en la órbita de las facciones más conservadoras dentro de la Iglesia -lo que habría provocado desavenencias ideológicas en el diseño del incipiente proyecto pedagógico-, si bien la cúpula diocesana lo desmentía en privado.

Escrache abortado

El pasado julio, este diario se hacía eco de un creciente malestar entre los once colegios diocesanos por la intención del prelado de constituir la fundación en cuestión. La medida causó una honda inquietud entre algunos directores, profesores e incluso padres de alumnos. El obispo, asesorado por Gual, accedió a crear una figura directiva que unificase el poder, hasta entonces repartido en cuotas. Y así llegó Pilar Fortuny. En la antesala, dos de los cuatro directores generales pidieron uno el traslado y otro presentó su dimisión. Taltavull la abortó in extremis tras una charla con el interesado en el Palacio Episcopal. El prelado incluso estuvo a punto de sufrir un escrache en las citadas dependencias, por parte de docentes enfadados, que también se desactivó con urgencia.

El escaso tiempo que le ha durado a Taltavull su patrocinada en el cargo se le vuelve ahora en contra; la fallida elección del obispo para capitanear el poderoso barco educativo de la diócesis le supone un lastre de considerables dimensiones. En la trastienda sigue coleando la controvertida gestión económica de los once colegios diocesanos históricamente concentrada en unas pocas manos, y donde ha primado más tapar cualquier indicio de escándalo que adoptar medidas efectivas. Al más puro estilo Vaticano.

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