Quizás alguno de los protagonistas de esta página haya sido inspirado por Publio Virgilio Marón? (70 a 19 antes de Cristo). Es Virgilio a secas para sus lectores. El poeta que guió a Dante a través del infierno y del purgatorio en la Divina Comedia dedicó buena parte de su obra a exaltar la vida en el campo.

En sus Geórgicas escribe estos versos: "¡Oh bienaventurados los labriegos / si supieran todo el bien que es suyo! [...] / Suya es la quietud segura, / suya la vida que engañar no sabe, / profusa en bienes mil; suyo es el ocio / frente a la inmensidad, las frescas grutas, / vivos lagos y valles como Tempe". Virgilio continúa enumerando ventajas el trabajo campestre: el "respeto a los mayores", las "arboledas para el plácido sueño de la siesta" o "los frugales jóvenes curtidos en el trabajo".

Sin embargo, en las islas del turismo masificado no ha habido espacio para el bucolismo. El único cultivo que se ha prodigado en las últimas cinco décadas ha sido el del cemento. Cada vez que se levantaba un nuevo edificio desaparecía un campo de cultivo. El único Dios al que se rendía culto era el del dinero. No existía ningún altar dedicado a Ceres, la diosa romana de la Agricultura.

Ahora, casi 500 baleares menores de 40 años se han acogido a las ayudas públicas para poner en marcha nuevas explotaciones agrarias o ganaderas. Quizás no se han inspirado en Virgilio, pero algunos de ellos han sentido la llamada de la tierra, esa que hemos maltratado y abandonado durante décadas. Otros simplemente se han percatado de que crece la demanda de productos ecológicos y de proximidad. Pero no nos engañemos, unos y otros, productores y compradores responsables, siguen siendo una minoría en las islas del consumismo exacerbado.