Nacieron con el cambio de milenio y crecieron con la recesión. Es la generación Z o iGen, la primera que ha conocido internet, los teléfonos móviles y las redes sociales desde la cuna. Están reemplazando a los 'millennials' y presumen de ser la generación más abierta y tolerante de la historia. Algunos asumen que pasan demasiado tiempo delante de una pantalla, elemento imprescindible de su día a día.

En Mallorca residen 42.640 personas entre 15 y 19 años, según datos del Ibestat correspondientes a 2017. Muchos de estos jóvenes y adolescentes votarán por primera vez en las autonómicas y municipales del año que viene. Son pragmáticos, cortoplacistas y ven el futuro con escepticismo pese a haber vivido una infancia cómoda. Empezaron a manejar teléfonos inteligentes a corta edad y todos los días usan varias redes sociales, sobre todo Instagram.

"Más que encontrar un trabajo, lo que nos preocupa es encontrar un trabajo decente. Ya empiezas a escuchar a compañeros que te dicen que están de becarios, explotados o cobrando poco", asume Joan Reynés, que a sus 21 años pasa gran parte de su tiempo entre la piscina, donde entrena para competir en campeonatos nacionales, y en la UIB, donde estudia Fisioterapia.

"Sí, nos tocará sufrir la precariedad laboral que hay ahora", apunta Melinda Munar, beneficiaria de un programa de formación dual de mantenimiento de barcos que le permite trabajar tres días a la semana y estudiar los otros dos. "Hay gente que tendrá más suerte, pero no la mayoría. Te pasará que tendrás un jefe que no te entenderá, compañeros con los que te llevarás mal€ En general pienso que tendremos problemas para tener una estabilidad laboral y económica", añade esta estudiante de 20 años.

Los 'postmillennials' mallorquines consultados para este reportaje coinciden en afirmar que son la generación más inclusiva de la historia.

"Somos más abiertos, totalmente. El otro día dos compañeros de nuestro grupo nos comentaron que estaban juntos y nos alegramos por ellos. No ha habido ningún comentario despectivo, antes era impensable hablar de estas cosas. Aunque también es verdad que a veces sin querer se te escapa algún comentario por esa herencia cultural que todavía tenemos,"subraya Reynés.

En la misma línea se expresa Nouredine Salhi, residente en Sa Pobla desde que llegó con sus padres a Mallorca procedente de Marruecos cuando tenía 5 años. "Yo tengo la suerte de vivir entre dos culturas y seguramente por eso soy una persona muy abierta. Es verdad que hay chavales de mi edad que no lo son tanto y solo se relacionan con marroquíes o con españoles, pero en general sí somos una generación más abierta que las anteriores", valora este estudiante de 17 años.

Por contra, Salhi asume los excesos de una generación que se ha forjado comunicándose a través de una pantalla. "Nos relacionamos durante más tiempo en redes sociales que en persona, sobre todo en Instagram. Yo no tuve móviles ni redes sociales hasta los 15 años, hacía vida en la calle. Pero es verdad que muchos chavales de mi edad no tienen esa cultura. Los padres tienen que decirles a sus hijos que salgan a la calle porque apenas ven la luz del día, a mí me decían lo contrario. Muchos prefieren el móvil al parque, están perdiendo su infancia", lamenta.

"Sí, hay gente que está todo el día con el teléfono y no se entera de lo que pasa a su lado", explica Aarón Araluce, que a sus 16 años se está formando en mantenimiento de aparatos electrónicos en la Cooperativa Jovent de Palma. "Cuesta quedar con alguien para tomar algo, y si lo consigues siempre hay alguno que está con el teléfono en una mano y una cerveza en la otra", añade.

Hay otra etiqueta asociada a los jóvenes y adolescentes de la generación Z: la superficialidad. "Es cierto que la mayoría hemos tenido una vida cómoda y quizás por eso somo más materialistas. Hay gente que se compra un móvil y al cabo de poco tiempo sale un modelo mejor y ya están nerviosos por comprárselo", critica Araluce.

Lo confirma Melinda Munar: "Hemos tenido una cama para dormir y un plato de comida para comer, no me quejo. Yo nunca he tenido caprichos, me he conformado con lo que he tenido, pero hay gente de nuestra edad que pide mucho, cosas materiales. Parece que nunca estén a gusto con lo que tienen".

"Quizás no sabemos exprimir nuestras cualidades porque no hemos tenido esa necesidad", indica Reynés, quien desmiente el tópico de que a los jóvenes no les interesa la política. "Me interesa y además me indigna. En mi caso empezó porque en Palma no tenemos una piscina en condiciones para entrenar, es una vergüenza. Y lo criticamos en redes sociales, que también son útiles para reivindicar", afirma.

Marga Massanet tiene 19 años y Ángela Sánchez, 18, y ambas estaban el pasado miércoles en la manifestación estudiantil contra el machismo, "hartas" de las actitudes de algunos profesores y compañeras y "tristes" ante determinadas situaciones que han visto en clase. Son parte de esas jóvenes que ya vimos el 8 de marzo: decididas a no dejar pasar ni una.

Ángela ha hecho un parón de un año para centrarse en estudiar inglés y sacarse el carnet antes de ir a la universidad a estudiar trabajo social.

También busca trabajo pero sin éxito: "Me piden experiencia, pero nadie me da la oportunidad", señala. ¿Imagina un futuro mejor para cuando tenga un título universitario? Tampoco seo se muestra muy optimista: ve como la precariedad se ceba con los jóvenes.

Además de tener su consciencia social y de ver con preocupación su futuro laboral, hay otro tema que le inquieta: el cambio climático y el futuro del planeta. "Sobre todo el tema del plástico, si nadie hace nada cada vez habrá más", señala, "hay que actuar ya".

Así, que en su caso se pueden tachar esos prejuicios que hablan de unos jóvenes egoístas y superficiales: ella tiene sus inquietudes y se mueve.

Tampoco encaja en el molde de joven enganchada a la pantalla: "Yo soy capaz de estar bastante tiempo sin el móvil, la verdad". Usa Instagram y Whatsapp y en su tiempo libre le gusta leer e ir al gimnasio.

¿Son vagos? ¿Se ha perdido la cultura del esfuerzo? "Mi madre me dice que a ellos ya le decían que eran vagos, no creo que ninguna generación sea 'vaga', lo serán algunas personas", reflexiona Nicole Cueva León.

Nacida en Ecuador llegó con seis años a Mallorca. Ahora tiene 18 y estudia el bachillerato artístico en el IES Antoni Maura. Le gusta el diseño gráfico, pero aún no sabe exactamente a qué quiere dedicarse: "Me interesan muchas cosas y me gusta dejarme varias opciones abiertas".

Al pensar en su futuro no se ve ligada a un solo sitio ni a un solo trabajo: "Si tuviera que irme para trabajar lo haría", apunta. También le gusta la idea de no depender de nadie, poder buscarse una fuente de ingresos por su cuenta como ha visto que ha hecho su familia: "Son muy creativos".

A Nicole le gusta dibujar y hacer cosas manuales; no le gustan las series, ni los videojuegos. Utiliza Instagram -"Facebook ya no"- y dedica tiempo a Youtube, pero no para ver qué ha comido el Rubius o algún otro 'youtuber' de moda: "Ahora estoy mirando muchas cosas de biología y anatomía, me interesa mucho".

Ve totalmente lógico el tiempo que dedican a internet: "Te facilita la vida, puedes aprender de todo", valora, "a mí me gusta estudiar por la noche y puedo enviar mis trabajos del instituto cuando quiero por internet".

Y no sólo es que puedas aprender de todo: en internet y con las nuevas tecnologías también se puede crear. Lo aprendió en Son Gotl@b el proyecto pionero en toda España que Ayuda en Acción arrancó el año pasado en el barrio palmesano de Son Gotleu para formar a jóvenes en nuevas tecnologías.

Ahora Nicole y sus compañeros saben que si tienen alguna idea pueden llevarla a cabo, se ven capaces. Así por ejemplo el año pasado hicieron un programa para pasarse tarjetas de visita con los móviles. El otro día empezaron a darle vueltas a la idea de hacer algo relacionado con biología o educación sexual.

Los e-mallorquines han cumplido 18 años y están en pleno despegue a la vida adulta. Nacieron con un smartphone bajo el brazo, viven en el escaparate continuo de las redes sociales y el cambio climático pende sobre sus cabezas. El siglo XXI es suyo.