"Muchas casas sin gente, mucha gente sin casas". Partiendo de esta certeza un grupo de residentes en la isla hartos de la burbuja que les ha excluido del mercado del alquiler se unieron en un grupo de Facebook que en apenas un mes superó el millar de seguidores. La plataforma por el alquiler digno en Baleares, que nació para compartir quejas y frustraciones, espera convertirse en un foro desde el que articular protestas y movilizaciones.

"La idea surgió cuando me cansé de escuchar las exigencias que me ponían para alquilar un piso. Dos o tres nóminas en casa, no mascotas, no niños... El punto clave fue cuando recibí un Whatsapp en el que me pedían seis meses de entrada para alquilar un piso que me interesaba. La renta eran 750 euros, así que multiplique eso por seis. ¿Quién tiene esa cantidad ahorrada?Ahí es cuando me harté", relata Magda Solís, la promotora del grupo.

Solís y su hija necesitan mudarse con urgencia porque su actual casera va a vender el piso en el que vive alquilada. "Hay que cambiar el chip. Si aspiras a conseguir una vivienda tienes que ofrecer tres o cuatro meses de entrada, mucho dinero. Y yo no puedo porque trabajo por mi cuenta y no tengo un contrato, ni nóminas. Tengo ingresos, en condiciones normales debería poder pagar un alquiler, pero no a este precio. El último piso que vi costaba 950 euros, en La Soledad. Y adelantando cuatro meses de fianza", lamenta.

Habitación con lavadora

Esta mujer y otras víctimas de la burbuja agrupadas en la plataforma hablan de inmuebles destartalados, precios abusivos y avales imposibles. La búsqueda de Patricia Rojas se resume en un piso que daba directamente a un patio lleno de contenedores de basura, un "zulo" con una única cama como mobiliario por el que le pedían 675 euros y una habitación que tenía una particularidad: "Tenían ahí la lavadora, así que los que viven en el piso entran en tu habitación para lavar la ropa".

Esta chilena también se ha embarcado en una búsqueda desesperada, con el problema añadido de que necesita seguir residiendo en la zona de Andratx y Camp de Mar, donde trabaja. "Vivo temporalmente en casa de un amigo porque mi último casero cerró el piso en el que vivía. Por mi zona los precios están desorbitados. Hace poco en Santa Ponsa me pedían 2.500 euros de entrada para alquilar un estudio", cuenta Rojas con asombro.

Sigute Rudz Inskaite vive con su hija en un piso que se encuentra "en un estado lamentable", pero celebra que el pasado agosto su casera le renovara un año el alquiler. Y lo celebra porque, convencida de que tendría que abandonar el inmueble, en verano se lanzó a una "angustiosa" búsqueda. "Me pedían tres y cuatro nóminas. Y anticipos de hasta cuatro mil euros. Imposible. Soy madre soltera y no tengo un trabajo estable. Así que supliqué a la dueña que no me echara porque me iba directamente a la calle con mi hija", relata esta lituana.

Dentro del sector inmobiliario también se escuchan algunas voces críticas. Como la de Francisco José Castillo, vicepresidente de la asociación de Tasadores y Peritos judiciales de Mallorca. "Somos los únicos que nos hemos negado a ir a los desahucios por una cuestión de ética", explica.

"Cuando una demanda de desahucio llega al juzgado, nosotros nos encargamos de tasar la vivienda.Es decir, si hace cinco años un piso valía 200.000 euros, nosotros somos los que decimos que ahora vale 95.000. Lo que significa que una familia ha perdido muchísimo dinero. Mis asociados tienen prohibido prestar ese tipo de servicios, y eso nos ha costado perder una parte importante de negocio", valora Castillo.

"El problema es que hay mucha demanda y muy poca oferta. Aquí hay muchos pisos vacíos, sobre todo de bancos, y hasta que no salgan al mercado los precios no bajarán", advierte.

Josefina Morales se conforma con encontrar una habitación, pero todo lo que ha visto está fuera de su alcance. "El colmo es cuando me pidieron 600 euros por un cuarto en la zona de 31 de diciembre", recuerda. Esta mujer ha superado dos operaciones de cáncer, pero entre una y otra perdió un trabajo y los ahorros. Y su situación se ha vuelto insoportable.

"Ahora vivo donde mi hija. Pero es un piso de tres habitaciones y ella ya tiene cuatro hijos, así que no me puedo quedar mucho tiempo más. Este problema se originó cuando los propietarios empezaron a alquilar a turistas por días y echaron a sus inquilinos. Y va a más", critica Morales.

Solís confiesa que la situación le está superando. "Te despiertas y no sabes si te vas a encontrar una carta del juzgado o a un policía en la puerta para echarte del piso. Buscas y buscas, te bloquea, no tienes cabeza para otra cosa. No te concentras porque sabes que puedes perder tu casa, que en cualquier momento puedes verte en la calle con tu hija. Es lo peor que te puede pasar", subraya.

Rojas se expresa en la misma línea: "Hay mucha rabia e impotencia cuando ves que están alquilando sótanos y trasteros, y que no hay nada digno a un precio asequible".