Mientras los propietarios de Santa Cirga se enfrentan al parque fotovoltaico, reciben frecuentes ofertas millonarias por las fincas vírgenes adyacentes, que lindan en su extremo oriental con el hotel Castell dels Hams de Porto Cristo y se extienden a ambos márgenes de la carretera que une el puerto con Manacor. Los avatares que envuelven a la propiedad constituyen el enésimo pero no último conflicto anejo a la complicada herencia de Bartolomé March Servera. El segundo hijo de Juan March Ordinas y Leonor Servera Melis siempre fue postergado por su padre, que no acudió a la boda de su vástago con Maritín Cencillo González-Campo, condesa de Pernia. También se le apartó de la gestión del imperio financiero. En respuesta al desdén paterno, Bartolomé March se centró en la vida bohemia y cultural, donde desarrolló una sobresaliente labor de mecenazgo y coleccionismo a partir de su fortuna incalculable. Su hija Leonor March Cencillo, copropietaria hoy de santa Cirga, se casó con Francisco Javier Chico de Guzmán y Girón, marqués de las Amarillas además de hijo del Duque de Ahumada.

El primogénito de ambos, Javier Chico de Guzmán, contrajo matrimonio con Maya Boyer Ruifernández, sobrina de Miguel Boyer. Tras el fallecimiento de su padre a la temprana edad de 41 años, su hijo Álvaro Chico de Guzmán Boyer ha heredado el marquesado y la mitad de las fincas de Manacor.