La burbuja de los alquileres ha atrapado a Enrique López y a Eva Vich. Contrajeron matrimonio en febrero, tienen un bebé de trece meses y todavía no han conseguido vivir juntos bajo un mismo techo. Sus ingresos, escasos e intermitentes, no les permiten acceder a un alquiler convencional, por lo que se ofrecen a trabajar a cambio de un descuento significativo en el precio de la renta.

"Hace años que intentamos tener un proyecto de vida en común y vivir como una familia", relata López, maestro de obras de profesión. Él, asturiano con veinte años de residencia en la isla y ella, mallorquina, están "hartos" de verse en cafeterías y de dar largos paseos por la calle por no disponer de un espacio propio.

"Puedo coger un piso derruido y reformarlo con la condición de firmar un contrato largo de alquiler. Lo he hecho otras veces, pero cuando acabas la obra te echan. Otra opción sería mudarnos a un piso y que nos cedieran una habitación a cambio de cuidar de una persona mayor. Yo lo hice en una ocasión; vivía en un piso cuidando las 24 horas de un abuelo y él me pagaba 50 euros a la semana", recuerda López.

Vive de una ayuda estatal de 430 euros y de lo que gana en trabajos ocasionales. Acaba de dejar una habitación por la que pagaba 230 euros. "La casera me echa porque quiere vender el piso. Así que me he tenido que ir a otra habitación peor y por la que me cobran 300 euros. Pero es que solo encontraba ruinas a las que no iría a vivir ni gratis. Y tenía que ser en el barrio de Pere Garau para no alejarme de mi mujer y mi hija", lamenta.

Vich vive en casa de sus padres con el bebé. "Mi padre está delicado de salud, y a mi madre la tienen que operar. También tengo que cuidar a mi hija, claro, así que no me puedo plantear un trabajo a jornada completa", lamenta. "Con uno de cuatro horas lo podría compatibilizar todo, pero no sale nada", añade.

"Desesperados"

"También estamos abiertos a servir como criados, mayordomos o realizando tareas de mantenimiento en alguna casa de gente con dinero. Eso sí, hay personas que nos han engañado, así que cerraríamos un acuerdo ante notario porque no queremos que nos vuelva a pasar. Además, es lo mejor para ambas partes", indica López.

Ambos se declaran "desesperados" después de años "dando tumbos", pero descartan okupar un piso vacío. "Pasas muchas noches cabreado, dándole vueltas. Buscas todas las opciones posibles, incluso te planteas okupar; dar una patada a una puerta y ya está. Pero no me lo puedo permitir porque me acabarían denunciando y eso me cerraría todavía más las puertas del mercado laboral. He trabajado como vigilante, taxista... trabajos en los que te piden los antecedentes", destaca el asturiano.

Recurrir a las administraciones en busca de ayuda tampoco es una opción. La pareja ha llamado a la puerta del IBAVI, pero la lista de espera del organismo público ha enterrado cualquier esperanza de conseguir un alquiler social. "Estamos en el puesto tres mil o por ahí. Nos dijeron que teníamos que esperar entre cinco y ocho años, es un cachondeo", apunta Vich. "Es más, tenían unos pisos para entregar a los primeros de la lista, pero se han metido unos okupas y no los pueden echar", interviene López.

"Solo queremos algo para nosotros, aunque sea pequeño, no nos importa. Solo algo para sentirnos una familia de verdad", sentencia Vich.