El mundo es global. El capital asiático, sobre todo el chino, adquiere desde la diminuta tienda o el ajado bar de Pere Garau hasta equipos de fútbol como el Espanyol o el Atlético de Madrid. Sin olvidar que son grandes tenedores de la deuda del Estado.

Mallorca también necesita expandirse hacia Oriente. Resulta evidente que la mejor tarjeta de presentación de la isla, Rafel Nadal al margen, es un hotel. Se demostró en el Caribe. Los Escarrer, Barceló, Riu o Fluxá acertaron al desarrollar su negocio en Cuba, México o República Dominicana. Propiciaron el descubrimiento de nuevos destinos y suman pingües beneficios porque sus inversiones se recuperan en poco más de un lustro cuando aquí se necesitan veinte años.

Su aventura americana tuvo otros compañeros mallorquines. Friusa montó bufés, Humiclima instaló sistemas de aire acondicionado y Sampol construyó centrales eléctricas. También se movilizó un ejército de arquitectos, directores de hotel, jefes de sala... que pusieron en marcha los establecimientos, al mismo tiempo que formaban al personal nativo.

Ahora que el peso económico y político se desplaza hacia Asia, es lógico que se acelere el crecimiento en aquel continente. Uno de los primeros mallorquines que en torno a 1980 intentó entrar en el mercado chino fue Jaime Peribáñez, director general de Majorica. Contaba lo exasperantes que podían ser las reuniones -muy protocolarias y plagadas de circunloquios- y los meses de espera de una respuesta.

Es complicado, en ocasiones resulta culturalmente incomprensible para la mentalidad europea, pero invertir hoy en Asia es una apuesta por el futuro.