Carlos García Roldán daba a sus posibles víctimas todo tipo de facilidades para acceder, sobre plano y a plazos, a su vivienda ideal.

El promotor huido de la Justicia presumía de ser un empresario que construía él mismo los inmuebles, lo que abarataba los costes. Un cliente, que acabó picando, le exigió que le presentara el aval bancario para garantizar la buena marcha de una promoción. García Roldán le dijo: "Yo no tengo avales bancarios porque encarecen los proyectos, si quieres un aval, búscate otra promotora".

El presunto estafador, pese a la carestía del mercado inmobiliario, accedió a hacer descuentos a algunos clientes y a otros les engatusó con el caramelo de que su casa les iba a salir más barata si daban más dinero a cuenta. Cuando los afectados empezaron a reclamar su dinero, Roldán desapareció.