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Entrevista

Lolita Chávez: "Existen estructuras que no quieren ver a las mujeres unidas"

La activista es representante del Consejo de Pueblos K'iche y desde 2017 vive refugiada en el País Vasco

Aura Lolita Chávez Ixcaqui, ayer en la Universitat de las Illes Balears. uib

En su defensa por los derechos de las mujeres y la tierra, Lolita Chávez ha estado a punto de ser violada y asesinada varias veces. Pese a ese duro historial, desprende energía: es una persona que sonríe con todo el cuerpo.

P ¿Cuál es su lucha?

R En mi caso, en mi territorio hasta 97 licencias forestales fueron dadas a empresas madereras para el monocultivo, y decimos 'no' porque choca con nuestro cosmocimiento, ya que apostar por una única variedad, como el eucalipto, matará a las otras, que son medicina ancestral, espiritualidad...

Nos desalojan de nuestra casa porque nos dicen que hay minas o recursos naturales (nosotros los llamamos bienes comunes). Y para ellos nosotros no somos humanidad del mismo nivel y no tienen en cuenta nuestra voz: Occidente impone la suya como la única, no acepta nuestra sabiduría y traen a los ejércitos. Pasa en toda Centroamérica.

P Ahora allí está teniendo lugar la caravana de migrantes, ¿qué noticias le llegan de ese éxodo?

R Ser migrante no es delito, toda la humanidad ha caminado por el mundo y sino vean su historia. Se están cometiendo delitos de lesa humanidad en las fronteras y es falso que los hondureños estén persiguiendo el sueño americano, como dice Trump, es que no pueden seguir viviendo allí: hay narcoactividad, remilitarización, feminicidos... En Guatemala el 90% de los feminicidios quedan impunes. Quienes lo perpetúan están vinculados a las oligarquías, las transnacionales y los gobiernos.

P ¿Nacer mujer según dónde es nacer y vivir con miedo?

R Yo nací con el miedo. Es necesario asumirlo y sanar esos traumas. No podemos defender el territorio-tierra mientras el territorio-cuerpo está dañado. Yo nací en la guerra y en un estado genocida. El año pasado unas niñas que vivían en Casa Hogar Virgen de la Asunción denunciaron las torturas que estaban pasando y el Estado las mandó quemar. 43 niñas murieron. Y eso se silencia.

Mi madre ya perteneció al movimiento revolucionario y tuvimos que refugiarnos en la montaña para que no la mataran, como tuve que hacer yo el año pasado. Hay esperanza: sigo viva, con identidad y con historia. Y me autodenomino feminista, algo que aquí es muy fácil, pero allá, con esos patriarcados tan violentos, es muy delicado. Pero lo digo como pensamiento político y porque es un mandato de nuestras ancestras.

P ¿Qué es ese mandato?

R Es un compromiso de vínculo con nuestro territorialidad, con nuestras raíces. A mí me enseñaron muchas expresiones de modelo de vida que yo asumo ahora como posicionamiento político: el respeto a la tierra, el agua, la biodiversidad... Reivindicarlo es un compromiso con las ancestras y con las generaciones que vienen. También es un compromiso cosmogónico: no sólo la humanidad tiene el conocimiento.

P Sus hijos son esas generaciones futuras, ¿cómo viven su situación como defensora?

R Nuestra vida cambió. Nunca imaginé tener que estar en espacios clandestinos ni ser judicializada con montajes. Hay que lograr generar conciencia para trascender. Mis hijos han de asumir esa responsabilidad, no tanto por algo de familia, no tan presente en la cosmovisión maya, sino por la comunidad, la territorialidad. A mi hijo lo intentó captar una red de trata y me llegaron amenazas que decían que me iban a violar, pero que antes violarían a mi hija delante mía. A nosotras nos acosan, nos amenazan sexualmente, nos maltratan psicológicamente... A los defensores, no.

P ¿Quién hay tras esos ataques?

R En mi caso hay vínculos con militares y señores de la guerra y la oligarquía ejerce de autor intelectual. Hemos logrado parar más de 350 licencias mineras en toda Guatemala. También hay funcionarios vinculados, sicarios... Y las empresas se encargan de financiar los ataques judiciales a las defensoras, se vio en el caso de Bertita Cáceres.

P Nos puede sonar algo lejano, pero algunas de esas empresas multinacionales son españolas.

R Sí, como ACS. Yo he visto que aquí también aplican el mismo modus operandi: denunciar al estado y recibir millones en indemnizaciones pagados por la ciudadanía, ¡y hay gente aquí que ni siquiera conoce ese caso! ACS tiene un complejo de hidroeléctricas que ha vetado el derecho al agua a más de 35.000 personas, ¡al agua, un derecho vital! Más de 25 empresas españolas están allá y reclamamos al estado español que observe y verifique qué están haciendo y cómo. Aquí también hay partidos, hay uno que se llama PP, ligados a estos entramados criminales.

P Su concepción de la lucha está ligada al cuerpo y su activismo les lleva a arriesgarlo.

R Nosotras no solo hablamos de la tierra, también de los derechos colectivos. Y la lucha es feminista también. Defender el territorio es defender nuestras historias y nuestras cosmogonías. Y mapear el territorio-tierra es mapear nuestro territorio-cuerpo. Por ejemplo, para nuestra asamblea un momento histórico fue conocer el clítoris. Hay violencias ligadas a él y ha sido algo muy silenciado, por eso es políticamente estratégico conocer el clítoris y su función. Y no perder de vista que la lucha de la mujer no puede jerarquizarse, no podemos dejarla para luego, todas las luchas son importantes. Necesitamos acuerparnos. Como decía Berta: ya no hay tiempo. El modelo macroeconómico del liberalismo nos está matando.

P ¿Cómo ve el feminismo en España?

R El 8M fue esperanzador, me gustó el vínculo entre generaciones. Hay que crear redes ya que así movemos unas estructuras que no quieren vernos unidas. Hay desafíos: por ejemplo en los análisis feministas no se está mirando la situación de las mujeres migrantes y ¿dónde quedan las mujeres que se dedican a los cuidados? Hay situaciones que nos separan y debemos interpelarnos, eso sí, con amor. Y replantearnos nuestros modos de vida, como nuestros consumos.

P ¿Cree que podrá volver a su país?

R Sí, soy optimista. Quiero volver, pero en condiciones de seguridad; me gustaría que se pudiera crear allí una red de protección. Yo estuve muchos años segura de que me iban a matar en cualquier momento, hacía planes de muerte, para cuando me mataran. Pero no morí, y empecé a hacer planes de vida.

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