Duna pasea tranquila por una calle de Sant Llorenç. Es una perra negra de gran tamaño. "Si pudiera hablar, te podría contar una gran historia", indica una vecina. Duna sobrevivió a la fatídica riada del pasado 9 de octubre nadando dos o tres horas dentro de un garaje.

El animal estaba atado y, pese a ello, consiguió mantenerse a flote con más de un metro de agua. Cuando su dueño pudo llegar a la vivienda, lo puso a salvo. "Fue un milagro que haya sobrevivido", asegura el propietario, Pasqual Soler. Las inundaciones causaron la muerte de más de 220 animales: cerdos, ovejas y caballos, entre otros.

Soler sufrió graves daños en la planta baja donde se ubica su taller de tapicería. "No pude salvar nada", detalla el afectado. En el sótano de 186 metros cuadrados almacenaba género, sillas, cojines, cortinas y espumas. "Todo lo he perdido", añade. Su inmueble se inundó por completo. Con la ayuda de los militares de la UME y voluntarios, consiguieron achicar todo el agua y retirar toneladas de barro acumulado. "Hicieron un gran trabajo, no pararon ni un segundo de trabajar", agradece el hombre, que también perdió una furgoneta en la riada.

Todos los artículos, material y efectos que almacenaba en el taller tuvieron que ser extraídos y sacados a la calle, como la mayoría de vecinos de Sant Llorenç. En su caso, los desechos ocupaban gran parte de la vía pública.

Su perra Duna es la cara positiva de la tragedia. Sobrevivió en el taller anegado de agua y barro. El animal se ha ganado el cariño de los vecinos, voluntarios y militares que trabajaron tras la catástrofe natural en la zona del Llevant. "Todo el mundo conoce a Duna", explica una vecina. Mientras, la mascota camina suelta por una calle junto al torrente de ses Planes.