Durante las primeras horas de las inundaciones de Sant Llorenç, fue mucha la gente que no sabía cómo reaccionar ante la magnitud de tal desastre, que acabó con la vida de 13 personas. Algo semejante ocurrió en Son Carrió, pero allí los efectivos no pudieron acceder hasta la noche, eran pocos porque el resto estaba en Sant Llorenç. En Son Carrió la reacción vecinal fue ejemplar y como narran ellos mismos: "Actuamos casi por inercia, no sabemos cómo nos organizamos y empezamos a ayudar a los necesitados".

Al día siguiente llegó el grueso de los efectivos y empezaron a trabajar, mientras, una vecina, Aina, preparó un fondo con caracoles que encontró en su congelador, para cocinar, con la ayuda de otros vecinos, una paella en el carreró de Cas Patró y así poder dar de comer a los necesitados. Fue en ese momento cuando este grupo de vecinos pensó que sería importante abrir el centro de día de Ca Ses Monges para atender a toda la gente afectada. Y así fue, los usuarios del centro de día fueron trasladados al centro Sant Llorenç, que se abrió para atender a los necesitados.

Montse una ex regidora, que ejerce de docente en Porto Cristo y reside en Son Carrió, regresó de su trabajo para ayudar a sus vecinos afectados. Ella y la regidora de Comercio Aina Maria Vives y los funcionarios tenían que estar evaluando lo hechos in situ y el alcalde pidió que coordinaran el centro, mientras la situación no se normalizase. "Y la gente de Son Carrió que es muy solidaria, sin hacer ruido y como hormiguitas iban llegando al centro y preguntaban ¿qué hago?, ¿cómo puedo ayudar?", cuenta Montse.

De esta forma los vecinos, los más conocedores de la gente afectada, de las necesidades y sobre todo de la localización de sus viviendas, comenzaron a repartir ayuda. El cartero controlaba el nombre y el número de las casas perjudicadas, sus amigos iban para valoran la situación, para luego entregar la ayuda precisa, comida, ropa, material, limpieza, etc.

Por otro lado, la cocina del centro de día se llenaba de gente para ayudar a preparar comidas, en principio con lo que aportaban la gente y comercios del pueblo, después se fue adquiriendo género de establecimientos cercanos. En las primeras comidas había muchos bocadillos, pero poco a poco se atendía a más gente, no solo afectados, sino también preparaban comida para los fuerzas y cuerpos de seguridad que trabajaban en la zona, los voluntarios de las máquinas que quitaban los escombros y las muchas personas que trabajaban en el centro. "Nos organizamos para cocinar platos calientes y poder servir cafés, teníamos una cafetera en el centro y otra que trajo de su casa la bibliotecaria, intuíamos que aquella gente, después de tantas horas trabajando, necesitaba de un plato caliente y un chute de cafeína", dice Montse.

Así buscaron ollas del restaurante operativo del pueblo y con un grupo inicial de vecinos expertos en la cocina empezaron a trabajar elaborando unos menús improvisados con lo que se tenía.

Nadie se atreve a decir a cuánta gente se daba de comer diariamente. Ofrecían desayuno, almuerzo y cena, pero sí coinciden en que eran cientos de personas.

Recuento de daños

Además se ayudaba a los damnificados a hacer recuento de sus daños, a rellenar papeles para el seguro o las ayudas públicas, e incluso en los primeros momentos, y hasta que llegaron los efectivos, a hacer de psicólogos.

Por el Centro pasaron guardias civiles, militares, bomberos, policías locales, personal de Protección Civil, de Emergencias y políticos y un gran número de voluntariosque ayudaban a los necesitados. No solo encontraron comida aquí, sino también un momento para desconectar de los trágicos momentos que se vivían. "Por las calles fuimos pregonando a viva voz que serviríamos comidas a todos por turnos, primero a los damnificados y cuerpos de seguridad, después a los voluntarios", dice Montse.

Aunque una noche tuvieron que servir la comida prevista para el día siguiente,debido a la avalancha de gente que acudió a ayudar, nunca se quedaron sin materia prima, esta iba llegando de la solidaridad de muchos mallorquines, también de establecimientos hoteleros, restaurantes y empresas alimentarias de la isla.

Los voluntarios trabajaron sin cesar, pero muchos con la carga del dolor y la pena, no solo por la pérdida de sus casas, sino por la pérdida de amigos o familiares. Ha resultado duro, pero su altruismo, su estima al vecino o su solidaridad para con los demás les ha llevado a obrar de esta manera.

Mañana está prevista la reapertura del centro de día con sus usuarios habituales. Este grupo humano de voluntarios descansará con sus sentimientos confrontados después de haber conocido la cara mas drástica y la más humana de las inundaciones, pero tampoco se olvidarán de ellos, los que pasaron estos días por el centro. Así se lo demostró un grupo de guardias civiles desplazados desde Madrid, que después de encontrar el cuerpo del pequeño Arthur recibieron la orden de volver a sus casas y no quisieron marcharse sin volver a Son Carrió a despedirse y agradecer el trato recibido de este equipo humano que ha estado al frente del Centro de Ca Ses Monges. Cerrado el centro en aquel teléfono donde se realizaban las comandas de los menús, llegan ahora mensajes y notas de agradecimiento y alguna foto de recuerdo.