Dos espectadores frente al desastre natural. En mitad de un camino a las afueras de Sant Llorenç, una pareja sentada en una silla observa cómo trabajan los bomberos y el personal de Emergencias. Ayudados por una excavadora, los especialistas limpian el cauce del torrente en la parte alta del pueblo. La maleza, suciedad, ramas y árboles inundan prácticamente todo el lecho. La pareja simplemente mira. No se dicen nada el uno al otro. Sobran las palabras. Son dos espectadores ante un escenario natural sobrecogedor.

¿Habrán perdido la finca tras la riada de hace una semana? El misterio se resuelve de inmediato. "No, estos terrenos no son nuestros. Yo soy de Son Servera. Mi hijo trabaja con esa excavadora. Hoy le traigo la comida a él y a los bomberos porque cada día bocadillo no puede ser", explica Catalina Servera. Le acompaña su pareja.

El joven Llorenç Mas, de 30 años, dirige sin descanso la máquina y sigue desescombrando. Los bomberos retiran los desechos. "Tienen mucho trabajo, para unos días. Ya llevan unos cuantos aquí. Mi hijo tuvo que sacar un par de coches destrozados de otro lugar", informa la progenitora, quien añade orgullosa que también tiene una nieta.

"Les he hecho un poco de comida porque todo el día están con bocadillos. Y no le voy a traer a uno solo. Por eso, les traigo también a los bomberos. Les he preparado fideuá, una coca rellena y también un poco de ensaimada", indica la mujer.

"Es que hoy es mi cumpleaños", aclara Catalina Servera, con una media sonrisa. Su pareja asiente con la cabeza. Frente a ellos, los bomberos y operarios de Emergencias trabajan sin parar ajenos al menú que les espera. No todo son malas noticias en Sant Llorenç.