Bernat Nicolau Sureda, Magí, no para de fregar la fachada de su casa, ubicada en la calle Cardassar. Esta vía fue una de las más gravemente afectadas por la devastadora tromba de agua y barro del pasado martes. Ayer, preguntado por este periódico acerca de cómo se valora la dantesca experiencia varios días después, señaló con resignación: "Es la tercera vez que cambio los muebles por inundaciones".

Respecto a las ayudas económicas, confía en que esta vez sí lleguen: "En las inundaciones anteriores, como la de 1989, nunca llegó nada, dicen que el alcalde empleó el dinero para otros menesteres... esta vez nos aseguran que recibiremos ayudas efectivas".

Sus recuerdos de la noche del martes, tromba de agua y barro: "El agua fue en aumento y tuve que subir al sòtil (techo)... Pasaron una barbaridad de coches nadando, en el callejón de aquí al lado se llegaron a acumular nueve. Los bomberos se acercaron y comprobaron cómo estábamos los vecinos, afortunadamente ningún muerto en esta zona concreta".

¿Y ahora, qué? "Tendré que volver a comprar los chismes, poco a poco, así como pueda disponer de dinero, e intentar recuperar el ritmo de vida", contesta. No en vano, perdió la nevera, el congelador, la lavadora y los muebles, a excepción de una mesa. Eso sí, tuvo tiempo para subir la tele a la parte superior de la casa, salvándola.

El futuro es una incógnita, si bien hace la siguiente reflexión: "Con estas lluvias torrenciales yo creo que el torrente, por mucho que hagan, no parará el caudal, haurem de tornar a beure si torna a venir". En consecuencia, uno piensa que esta área urbana de Sant Llorenç continuará en serio riesgo: "Así es, pero si uno no tiene nada más ha de vivir aquí donde está, no te queda otro remedio", concluye el vecino. De la avalancha de personas voluntarias y profesionales que se han movilizado: "Son unas bellas personas, unos extras que han venido a trabajar y ayudar en todo lo posible. ¡Muchísimas gracias!".

El peligro era evidente

"Nunca antes habíamos visto algo semejante". Así se expresa Joan Jaume, Gall, con vivienda en la calle es Carrerillo. El martes fue a su finca de fora vila y la riada impidió que regresara a su domicilio. "Fue nuestra suerte ya que se acumuló una gran cantidad de agua y el peligro era evidente", admite. El miércoles se dio cuenta del alcance real de los daños. "Si esto llega a pasar de madrugada mata a medio pueblo", sostiene.

Ayer, coincidió con otros vecinos a la hora de hacer este comentario: "La gente estaba contenta con el torrente por estar limpio y haberse ensanchado, pensábamos que así el agua nunca pasaría por encima... No obstante, se formó una increíble ola".

De la espectacular reacción de voluntarios de múltiples procedencias: "Un diez, estamos muy felices y agradecidos".

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