Centenares de jóvenes y militares tomaron ayer Sant Llorenç. Una legión de voluntarios de toda la isla lucharon contra el lodo en las calles del pueblo. Los muchachos, organizados en cuadrillas y armados con palas, cubos y escobas, se volcaron en las tareas de limpieza. Como si se tratara de un escuadrón variopinto, con camisetas multicolor, poco a poco fueron ganando la batalla al barro y el agua acumulados.

Los muchachos contaron con unos potentes aliados: el Ejército. Los militares del Regimiento de Palma y miembros de la Unidad Militar de Emergencias (UME), desplazados expresamente desde la península, se desplegaron por las zonas más castigadas tras la riada del martes. Con la ayuda de retroexcavadoras, barrieron las montañas de desechos y los pocos coches que ayer quedaban en la vía pública en el segundo día tras la catástrofe natural.

Sus uniformes de camuflaje, sus gorras y botas contrastaban con la ropa deportiva de los voluntarios. Formaron un binomio heterogéneo que encajó a la perfección.

"Ahora estamos centrados en las labores de limpieza, especialmente quitando el barro y lo que haga falta a los vecinos en sus casas", indicó un soldado.

La UME trabaja para devolver la normalidad a Sant Llorenç

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Los llorencins ayer volvieron a dar una lección de fuerza achicando el agua y el lodo que todavía quedaba en sus domicilios y negocios. "En mi casa había mucho barro y un coche quedó destrozado", aseguró Francesc Alzina. "Cada familia se ha centrado en sus casas primero y después pasaremos a ayudar en zonas comunes, a limpiar plazas, parques y el torrent", añadió el joven.

Bernat Rosselló desde primeras horas de la mañana limpiaba su carpintería en la carretera de Son Servera, muy cerca del torrente. "No me cogió la riada, hacía un cuarto de hora que nos habíamos ido, menos mal. Esto antes era una carpintería. Entró agua por todo. Tengo las máquinas dañadas, los vehículos... fue un desastre. He podido salvar muy poca cosa. No tenemos ni el metro", se lamentaba Rosselló.

En otra zona de Sant Llorenç los vecinos trataban de rescatar una motocicleta, un coche y un quad completamente cubiertos por el agua en un aparcamiento subterráneo. "No puedo abrir ni mi automóvil. Llegó como una ola al edificio cuando el torrente se desbordó", recordaba un afectado.

Otro joven perjudicado se quejaba de impotencia dentro de la oficina de Correos cubierta de cañas, maleza y con varios muebles en el suelo. "¿Dónde están los militares con las palas? Por favor, decidles que vengan a ayudarnos. No los he visto por aquí", indicaba contrariado.

"Nosotros hemos perdido 30 toneladas de pienso. El negocio ha quedado muy afectado, en un 90 por ciento. Tenemos un almacén de pienso y cereales, Can Salvador", apuntaba ayer Salvador Galmés, con unas katiuskas y un cepillo en la mano. "Allí, en el almacén nos entró unos 70 centímetros de agua. También se inundó el foso que tiene un molino de pienso. Y al camión más grande le entró agua dentro de la cabina", aclaraba Galmés. Otro de sus vehículos acabó "encima de un naranjo" tras la riada. Ayer, el hombre limpiaba el suelo de un domicilio cubierto de barro.

Muy cerca de allí, otra familia sacaba trastos de casa. "Lo hemos tenido que tirar todo. Todos los muebles, el sofá, la cama, el armario, todos los cajones mojados, la ropa, ordenadores...", aseguraba una mujer. Su hija, Cati Pol, recordaba como sobrevivió con sus dos hijos a la tragedia del martes: "Mi hija de once años estaba subida en la litera y su hermano, de 18, me ayudaba a aguantar la puerta de casa cada vez que pasaban los coches arrastrados por la corriente y venía una ola. Nos llegó el agua a la cintura. Los bomberos nos decían que no podían hacer nada porque no podían acceder aquí. Mi coche voló".

La mujer y sus hijos vivieron unos momentos de mucha angustia. "El agua entraba por todo. Tuvimos que achicarla como pudimos con cubos", comentaba.

"Luego, mi hijo escuchó ruidos y gritos de gente pidiendo auxilio al final de la calle. Una familia de turistas que iban a Cala Rajada a un hotel quedaron atrapados dentro de un coche. Eran una pareja y sus dos hijos. Salieron descalzos, sin apenas ropa, mojados y magullados. Los acogimos en casa hasta que llegó la Guardia Civil. Les dimos agua, mantas, tiritas...", detalló Pol.

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