"Por la tarde él miraba la tele, seguro que se quedó dormido en su butaca hasta que vino la ola y falleció". Jaume Estelrich, ahijado de Bernat Estelrich Santandreu, uno de los tres llorencins que fallecieron el pasado martes en la riada, recuerda la fortaleza física de su tío. "Era un hombre muy fuerte, fuerte como una piedra. Tenía 83 años pero no los aparentaba. Parecía mucho más joven. Era muy activo. Todas las mañanas salía a caminar y también llevaba unos terrenos de la familia", explica su sobrino.

Bernat Estelrich, un llorencí de pura cepa muy querido en el municipio, era soltero y vivía solo en su casa en la calle Ordinas, una de las más castigadas por la tromba de agua. Su hermana acudía a comer con él todos los días y, de noche, él solía cenar solo en casa. "Él nunca paraba, siempre se movía. Normalmente, iba a ver el fútbol, incluso a otros pueblos. Debía ser uno de los socios más antiguos del Cardassar", detalla su ahijado Jaume Estelrich.

El martes al anochecer la riada le sorprendió en el interior de su domicilio. "En esta calle se hizo una pared de coches que eran arrastrados por la corriente. Luego, con tanta presión vino una ola y la puerta cedió. Entró una gran cantidad de agua en su casa", indica el ahijado de la víctima.

"Hasta las dos de la mañana no se pudo entrar y sacar el cuerpo", recuerda el familiar. El fallecido fue hallado sentado en su butaca. La mecedora flotaba dentro de la salita, ubicada al fondo de la casa. "Seguro que se quedó dormido viendo la película de vaqueros", subraya Estelrich.

Según su versión, el agua alcanzó los dos metros de altura en esta parte del pueblo. "Se formaron paredes de coches amontonados", apunta. De hecho, el garaje del domicilio de Jaume Estelrich también se inundó y perdió dos vehículos. Este jueves seguían con los trabajos de limpieza en los bajos de la vivienda. "Una furgoneta acabó estrellándose contra una palmera y otro coche fue a parar al Ayuntamiento", comenta. En el momento del desastre natural, Jaume quedó incomunicado unas tres horas en otra casa, al otro lado del torrente.

"Bernat era un hombre muy fuerte. No paró nunca de trabajar. Siempre estaba activo. No necesitaba bastón, parecía más joven. Hasta hace poco subía una cuesta del pueblo en bici y, ahora, subía caminando. Nunca se quedaba atrás", recalca su ahijado. El octogenario dormía en una habitación que tenía acondicionada en la planta baja de la casa.