Desolación en Sant Llorenç des Cardassar. El lodo y el agua han engullido una parte del pueblo. Es como si un tsunami hubiera barrido medio municipio. Las calles amanecen arrasadas por el barro y la tremenda riada que se llevó por delante todo lo que encontró a su paso: las vidas de varios vecinos, los coches, garajes, viviendas, locales y sus negocios.

La zona cero despierta con las primeras luces del día. Montañas de vehículos se alzan desafiantes entre escombros, ramas y árboles partidos y esparcidos por la vía pública. Los colores de las carrocerías aplastadas de los automóviles se entremezclan con un manto marrón de tierra encharcada que lo cubre todo.

Entre la chatarra, una legión de vecinos, con la ropa y el rostro manchados de barro, trabajan sin descanso. Algunos lo han perdido todo, pero no se dan por vencidos. Armados con palas, escobas y cubos luchan contra el lodo y el agua que se acumulan en sus domicilios. Frente a los portales de sus casas, apilan los restos de muebles y efectos dañados. Son verdaderas barricadas. Imágenes de un desastre natural sin precedentes.

Los testimonios de la catástrofe

Los testimonios de la catástrofe

"El agua vino como un mar", recuerda una joven, la hija de José Flaquer, en el portal de su casa en la calle sa Sínia, de Sant Llorenç. "El agua subió más de un metro, entramos en casa de un vecino para ayudarle. El torrente se desbordó y se quedó todo inundado hasta el séptimo peldaño de la escalera. Por la noche no se podía entrar en el pueblo. Nosotros pudimos acceder a casa por la Via Verda", añade. "Mi padre tuvo que sacar con una cuerda a un hombre con un perro de dentro de un coche", detalla. Junto a ella, otro vecino, con lágrimas en los ojos, destaca: "Vi pasar seis coches con gente que los arrastraba la corriente. Hacían señales levantando los brazos pidiendo ayuda".

Toni Bauzà indica que el agua llegó a los dos metros en las inmediaciones de su carpintería, ubicada en la carretera de Son Servera, una de las zonas más castigadas del municipio debido a su cercanía con el torrente. "Vi pasar un camión por el torrente, yo estaba seguro en casa con mis dos hijos, pero faltaba mi mujer que trabajaba y se quedó en casa de un vecino. Ahora, aún no tenemos agua en la carpintería y no puedo limpiar", explica Bauzà.

Frente a su negocio, una pastelería de una familiar está gravemente dañada. Otra vecina mira el cauce del torrente. "Yo estaba tranquila. Tenía el coche en el garaje. Pero la tromba de agua destrozó una pared y se llevó el vehículo. El coche ha quedado incrustrado en esta casa. Aquí, los vecinos tuvieron que subir a una buhardilla para refugiarse. Se salvaron de milagro", apunta la mujer.

"No he podido dormir en toda la noche. He tenido muchos nervios. Ha habido agua por toda la casa", destaca Toni Galmés, mientras su familia le ayuda en las tareas de achique en el domicilio, en la carretera de Son Servera. "Cuando llovía, empecé a sacar agua en la parte de atrás de casa. Escuché un ´clac´, un coche se estrelló en el garaje y las puertas de la vivienda se abrieron de forma repentina. Entonces, empezó a entrar agua a tope. Me caí al suelo de tanta agua que vino hacia mí. Por suerte no me di en la cabeza. En poco tiempo, me cubrió por la cintura, a más de un metro. No podía cerrar las puertas, ya era oscuro", agrega Galmés, quien critica la falta de previsión: "El martes había alerta amarilla. De repente, subieron a naranja cuando el daño ya estaba hecho y el torrente ya se había desbordado".

Otro muchacho lamenta la falta de limpieza de los torrentes. "Siempre pasa lo mismo", subraya. Mientras tanto, los vecinos se afanan en achicar el agua en sus casas. La actividad es frenética en las calles Ordinas, Clavell, Major, Sant Llorenç, s´Estació o Gabriel Carrió. En esta última, uno de los residentes, Manuel Algaba, recuerda cómo salió de su casa: "Era de noche, no había luz, me salvó el hecho de que un camión se quedara aquí empotrado frente a mi domicilio con las luces encendidas. Varios coches hicieron aquí un tapón. Tuve que salir saltando por encima de los vehículos".

Maria Magdalena se refugió en la buhardilla junto con su abuela de 88 años, muy asustada. "El agua llegó hasta casi la buhardilla. Pensaba que tendríamos que salir por arriba de casa. El agua hacía un ruido terrible. Sobrepasó los dos metros. Los vecinos nos gritábamos desde las ventanas y nos hacíamos señales con las linternas", comenta.

"Necesitamos que nos ayuden. No tenemos palas para sacar el barro. Me siento impotente. La gente está sufriendo mucho. Todo está destrozado, mi hermano se quedado sin cama, sin el ropero, sin los muebles... Esto ha sido un desastre", recalca Catalina Llorens en una vivienda en la calle Cardassar. Su hijo acudió el martes al atardecer a rescatar a su tío, que estaba solo en casa. "Esto era un caos, a oscuras. La gente gritaba y lloraba", relata Biel Veny.

El obispo de Mallorca, Sebastià Taltavull, se paseó ayer por las casas para apoyar a los vecinos. La Guardia Civil y la Policía Local activaron un plan especial para evitar los robos en la localidad.

"Solo me dio tiempo a coger a los niños, un bebé de un mes y medio y uno de seis años y subir arriba. El agua llegó a un metro y medio. Luego, la Guardia Civil nos rescató", explica Kika Rosselló.-->

Testimonios de la catástrofe: Kika Rosselló, salvada por la Guardia Civil

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