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María Gómez: "Estamos a tiempo de que Palma no llegue a ser como Venecia"

La joven urbanista alerta que "no estamos reaccionando" y que, si sigue la tendencia, Palma llegará a una presión humana diaria de 120.000 personas

María Gómez: "Estamos a tiempo de que Palma no llegue a ser como Venecia"

Hablan de 90.000 personas al día este verano en las 143 hectáreas del centro de Palma

Efectivamente, y no solo eso, sino que si las tendencias se cumplen podemos llegar a 100.000 o 120.000 personas en el centro histórico. Hablamos de 90.000 personas al día en un día normal de julio. Los días de operación nube o que hay seis cruceros a la vez, esta cifra sube. Evidentemente, los domingos que hay muchas tiendas cerradas o los días que no hay cruceros, la cifra baja mucho. Esta cifra se concentra además entre las 11 de la mañana y la una. Hablamos de mucha gente en un mismo sitio en muy pocas horas.

¿Puede haber calidad de vida para los residentes del centro histórico con estos números?

La carga turística es de 38.000 personas y en el centro está aún más concentrada, entre la zona de Plaça Major y la Seu. Están muy concentrados. Un día de julio por Jaume II pueden pasar más de 10.000 personas. Se trata de planificación turística, de repartir mejor los visitantes. El 60 por ciento de los residentes que hemos encuestado aseguran que han tenido que cambiar su actividad cotidiana por culpa de esta cantidad de gente, lo que puede ir desde no pasar por una calle demasiado transitada hasta por la pérdida de servicios ante algunos comercios que están desapareciendo. Algunos turistas, sobre todo los que están más de un día, en hoteles o en pisos, lo perciben.

Hablan de 800 euros más que la media de toda la ciudad para un alquiler en el centro y del aumento de un 30 por ciento de extranjeros.¿Todavía quedan residentes más allá de suecos y alemanes en el centro de Palma?

Sí, los hay. [Risas] Y hay que conservarlos. Entre 2012 y 2016 han aumentado un 80 por ciento las compraventas, que son el triple que la media de Balears. Estamos en un territorio muy vulnerable en el tema del acceso a la vivienda. El 30 por ciento de las viviendas se han vendido más de una vez en los últimos cinco años y, como mínimo, un 25 por ciento de los compradores son extranjeros. Nos encontramos que estos barrios son donde hay más desahucios, sin contar aquellos desahucios silenciosos por las subidas de los alquileres. Espero que no nos quedemos sin residentes, estamos en un punto de inflexión.

Está el alquiler turístico y los hoteles que se han ido abriendo. ¿Había alternativa a la prohibición y la moratoria de licencias aprobadas respectivamente?

Eran medidas súper necesarias. Creo que se están tomado algunas medidas, aunque tímidas, como la regulación de coches a Formentor, la limitación de hoteles, la regulación de alquiler turístico, que eran muy necesarias pero insuficientes. El caso de Formentera que se ha limitado el número de coche es un precedente buenísimo y espero que después de los coches limitemos las personas. Hay que empezar a familiarizarse con lo del techo de carga. Sobre todo porque no está claro que este crecimiento de turismo haya sido tan positivo como nos dicen: la ocupación casi no ha cambiado, hay más paro y la deuda per cápita casi se ha triplicado. No sé quien se ha beneficiado. Que hayan surgido nuevos movimientos como Terraferida o Ciutat per a qui l'habita es una muestra que los residentes ven que hay un desequilibrio que revistar.

Hablamos de poner límites al turismo, pero el sector avisa que las cifras récord de los últimos años pueden acercarse a su fin.

Las previsiones de la Organización Mundial del Turismo es que el turismo aumente hasta 2030. ¿Que los destinos del norte de África nos pueden quitar una parte? Puede ser, pero el problema es que el crecimiento de plazas de los últimos años ha supuesto un incremento de infraestructuras que no se puedan reconvertir cuando haya menos turistas, y ahí está el problema. La única estrategia que vemos es la del crecimiento indefinido, no veo que seamos capaces de reaccionar e ir por delante del mercado.

Hablan del centro de Palma, pero el fenómeno también está llegando a barrios del Eixample.

Sí, pero está bien descargar el centro de esa presión. Hay que repartir un poco, aunque antes de repartir deberíamos poner un techo. Vamos acogiendo todo el tipo de turismo sin una planificación.

Sin embargo hay barrios más allá del centro, como Santa Catalina, donde esa presión ya genera problemas a los residentes.

Santa Catalina vive un proceso de gentrificación y de desplazamiento de población, que es un problema mundial. Son problemas nuevos a los que se están enfrentando muchas ciudades por toda Europa y todo el mundo. Lo importante es que el residente vaya siempre por delante de la especulación y de estas grandes transformaciones urbanas.

También vemos en el centro de Palma franquicias que desplazan al pequeño comercio.

Es así y es un gran debate. Para empezar no creo que la amenaza sean las franquicias, sino los grandes monstruos como Amazon. Soy defensora del pequeño comercio pero reconozco que no siempre te da todas las soluciones. Hay que buscar un equilibrio. Lo que también pasa es que se está banalizando el comercio, todos con las mismas fachadas. Ahí es donde hay que ir con cuidado.

Venecia o Ámsterdam son ciudades que ya han tenido que afrontar el problema de la saturación. ¿Habrá que poner algún día un techo de personas en el centro de Palma como Venecia?

Espero que no lleguemos a ser como Venecia. Antes de presentar el estudio estuvimos hablando con el escritor veneciano Roberto Ferrucci y la Venecia que él nos describe espero que no lleguemos nunca a una Palma así. Estamos a tiempo de no llegar a este punto.

¿En qué otras ciudades podemos buscar soluciones?

Creo que todos estamos igual. Madrid está ahora estudiando cómo regular el alquiler turístico. Todas nos miramos las unas a las otras. Nadie sabe la solución, pero hay que ir probando. La planificación urbana está cambiando mucho más rápido que en el siglo XX.

Defienden que se debe bajar a 75.000 personas antes de 2025.

Creemos que es posible. Es un primer paso que pasa por aumentar los residentes en el centro, con medidas para que los jóvenes vayan a vivir al centro y reducir los visitantes de un solo día, que son los que producen la saturación, con algún tipo de impedimento por ejemplo a los que llegan en crucero o los que llegan en coche.

¿Qué tipo de impedimento?

Todo el mundo sabe por ejemplo que para ir a la Alhambra hay que pedir hora. Igual habrá que ir pensando en algo así. O regular los aparcamientos, para que sean para los residentes y cada vez menos para los visitantes. Todo eso debe ir acompañado de medidas como potenciar transporte público. No vemos que sea tan difícil.

Precisamente, al principio del verano se puso el foco sobre los cruceristas y, sin embargo, a medida que han ido pasando los meses las colas en los aparcamientos han ido demostrando que el problema también son los visitantes que llegan en coche.

En nuestro análisis hemos alucinado con que la demanda de los buses del TIB va en paralelo al aumento del turismo, lo que significa que el transporte público está más pensado para el turista que para el ciudadano. En Viena, que tiene un centro histórico parecido a Palma, han sido capaces de llevar interés turístico a otros barrios. Tienen muchos visitantes pero los tienen muy repartidos.

Este año se han hecho habituales los colapsos en la Vía de Cintura y en los acceso a Palma. ¿Son síntoma de la saturación?

Los que son a las 11 del mediodía tienen que ver con los turistas, los que son a horas puntas en la zona colegios es culpa de los residentes. Tenemos que modificar nuestros hábitos como residentes y desde luego no ampliar carreteras o las autopistas. Iniciativas como la peatonalización del Paseo Marítimo es hacia donde hemos de ir. Naturalmente acompañado de transporte público.

Aunque más por una cuestión de contaminación, ciudades como Madrid, París o Londres han puesto restricciones al tráfico o tasas disuasorias. ¿Lo acabaremos viendo en Palma?

Espero que llegue, es muy necesario, pero insisto, lo necesario es una red potente de transporte público. Estas medidas se han tomado en ciudades como Madrid, Barcelona, Londres o París con un servicio de metro o bus incomparable con lo que tenemos aquí.

Que los alquileres expulsen a gente del centro está propiciando que cada vez más municipios de la Part Forana se estén convirtiendo en pueblos dormitorio. ¿Les interesa a los municipios ser pueblos dormitorio?

Hay pocos municipios que dispongan de suficientes trabajos para sus ciudadanos. Los lugar de concentración de trabajos suelen estar concentrados y es algo inevitable. La única zona de Mallorca que no depende tanto de Palma es el Llevant. Es algo inevitable.

Siempre se ha dicho que Mallorca es en realidad una gran aérea metropolitana de Palma. ¿En cuestiones de vivienda o transporte desde la administración se ha pensado como tal?

El Consell está redactando el plan director de Movilidad y en principio sí está enfocándolo así. No sé si somos una metrópolis, pero desde luego es necesario coordinarse y trabajar juntos.

Se ha anunciado que se llevará el metro hasta Son Espases

Puede que sea una buena opción, pero antes habría que valorar quienes son los usuarios de Son Espases, ya que el metro hace un recorrido más por la zona del Levante de Palma, cuando los habitantes de la zona del Levante de Palma tienen asignado Son Llatzer. Lo que hay que conectar es Son Espases con el Ponent de Palma. Así que no sé si la solución antes que el metro sería conectar Ponent con un bus a Son Espases.

Dos centros comerciales, la universidad, el principal hospital de la isla, una clínica privada, una residencia de ancianos y el centro de trabajo de 3.000 personas en la misma salida de la Vía de Cintura. ¿Esta planificación solo ocurre en Mallorca?

Responde a una lógica de crecimiento sin planificación. Ahora ya para hacer cualquier equipamiento necesitas presentar un informe de movilidad viable.

Parece que Uber y Cabify no llegarán a Palma. ¿No podría reducir el transporte privado?

Es muy parecido al debate de AirBnb. Son ideas interesantes mientras son complementos, pero cuando se profesionalizan empiezan los problemas. El problema de Uber y Cabify, al final, es que al final no sustituyen al transporte privado, sino al transporte público, que se convierten en un taxi. Habría que buscar la fórmula para que no se desvirtúen.

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