Pedro Sánchez no ha cambiado todavía España ni, más modestamente, el famélico resultado del PSOE en las generales bajo su liderazgo. Sin embargo, su debut en el Gobierno sin ser diputado no solo lo coloca al frente de los sondeos estatales sino, más difícil todavía, en la primera posición en Balears ante la hipótesis de unas elecciones al Congreso.

La magnitud del vuelco propiciado por Sánchez se advierte al recordar que el PSOE se hallaba a la cola de los partidos baleares con representación en el Congreso, en la transposición del último barómetro del CIS. El desglose de los resultados estatales es efectuado sistemáticamente por Carles Castro, analista demoscópico de La Vanguardia.

El pasado mes de mayo, el PSOE era el cuarto partido de Balears. Se había anulado el efecto del retorno de Sánchez a la secretaría general del partido, Rajoy parecía inaccesible y Ciudadanos emergía con fuerza al situarse a solo tres mil votos de los populares en la comunidad. La moción de censura hizo saltar el mapa de los pronósticos electorales. El cambio fulgurante también sirve de advertencia sobre la volatilidad del mapa partidista, con la perspectiva de nuevas sacudidas.

El PSOE estaba en primavera por detrás de PP, Ciudadanos y Podemos. El avance espectacular de los socialistas en el barómetro veraniego del CIS no solo enmarca la primera ocasión en una década en que el partido se coloca al frente del electorado balear, desde la reelección de Zapatero en 2008. Define por encima de todo un desfondamiento sin precedentes del PP.

Los populares han sido ininterrumpidamente el partido más votado, que no ganador, en los comicios autonómicos y en las grandes ciudades de Balears. Solo esporádicamente han perdido esta condición con la perspectiva de unas elecciones generales, en los albores de Felipe González y en el caso citado de Zapatero.

Puede hablarse en propiedad de la hegemonía del PP en Balears, truncada ahora en el sondeo del CIS. Los populares no solo se ven sobrepasados desde muy atrás por el PSOE. Además, entregan por primera vez la supremacía de la derecha en la comunidad, resignándose a una modesta tercera plaza. El beneficiario es Ciudadanos, que culmina así el sorpasso aventurado en anteriores encuestas.

El nuevo orden electoral de Balears se establece en la relación de PSOE, Ciudadanos, PP y Podemos. El súbito hundimiento de los populares desborda incluso en importancia a la remontada socialista. La tercera posición implica una degradación desconocida para el partido que simboliza el conservadurismo balear desde principios de los años ochenta.

Con todo, el barómetro del CIS describe un seísmo subterráneo, con una onda expansiva que llega muy amortiguada a la superficie del reparto de escaños. En la actualidad, la representación balear en el Congreso se sustancia en PP(3) - Podemos (2) - PSOE (2) -Ciudadanos (1). Tras el auge socialista y el descenso popular, se mantiene el cuádruple empate a dos escaños que ya calcificaban anteriores sondeos. La diferencia estriba en la situación relativa de los partidos, que ahora es PSOE (2) - Ciudadanos (2) - PP (2) - Podemos (2).

La pérdida de fuelle del PP a lo largo de esta década se capta mejor al recordar que aportó cinco de los ocho diputados en juego para Rajoy, con motivo de la mayoría absoluta de 2011. Tuvo que conformarse con tres escaños en los dos comicios consecutivos de 2015 y 2016. Por tanto, la marca provisional que le adjudica el CIS supone un fracaso estrepitoso.

En la segunda posición, y con la incorporación de otro diputado al hoy solitario Fernando Navarro, la elevación de Ciudadanos al frente de la derecha cursa con el sabor agridulce de que se mantiene en segunda posición. Simétricamente, Podemos pierde la cabecera progresista que no solo figuraba en los sondeos etéreos, sino que se había concretado en las dos últimas generales.

Los partidos emergentes dificultan la asignación de porcentajes, y también muestran un comportamiento errático en los sondeos. Por ejemplo, Ciudadanos siempre obtiene mejores resultados cuando no hay elecciones. Sin embargo, el vuelco registrado en Balears, donde el PP se había encaramado a posiciones inaccesibles, confirma un fenómeno estatal. El barómetro del CIS realizó las encuestas después de la presidencia de Sánchez, pero antes de la presidencia de Pablo Casado. A falta de confirmación estadística, la renovación de La Moncloa ha tenido un efecto más inmediato que el tránsito en la jefatura de Génova.

Podemos suele aportar el factor disolvente en los sondeos, y también en el barómetro del CIS. El Centro no supo determinar la aparición fulgurante de Pablo Iglesias en las europeas de 2014, y presenta una tradición que tiende a infravalorar a la formación radical. Otro dato sustancial del actual barómetro es el baile del segundo diputado que empata a los emergentes y al PSOE, con tendencia a ser absorbido por los socialistas. En esta hipótesis, la quiniela 2-2-2-2 se modificaría en 3-2-2-1, en esta ocasión en beneficio de Sánchez.

Para templar la euforia del PSOE, el primer barómetro del CIS con un dirigente de dicho partido al frente de la institución no apunta tanto a un crecimiento del voto de izquierdas como a una concentración del mismo número de electores en torno a la figura de Pedro Sánchez. Se mantiene estable la cifra de cuatro diputados progresistas, salvo que ahora a favor del la formación heredera del bipartidismo.

El empate a cuatro entre izquierda y derecha en Balears refleja la posibilidad enunciada por algunos sondeos de que el PSOE asuma el liderazgo estatal, pero con la suma de PP y Ciudadanos más cerca de la mayoría absoluta. Rajoy ya aprendió por la vía cruel que ser el más votado no otorga la condición de inexpugnable. La debilitación excesiva de Podemos es una pésima noticia para Sánchez, que ha gozado durante unos meses de la subordinación sin condiciones de las huestes de Pablo Iglesias.

La traducción de un sondeo sobre las generales al panorama autonómico bordea la irresponsabilidad. Sin embargo, la agitación estadística no oculta que el PP tampoco tiene garantizada una primera plaza cómoda a la derecha, en la disputa por el Govern. Los populares han de conseguir el milagro de propulsar a Ciudadanos, sin perder su ventaja actual. El colchón del vigente veinte a dos parece tranquilizador, siempre que los populares interrumpan su actual hemorragia.

El PI introduce un factor de distorsión regional que no aparece en el barómetro estatal. Juega un papel similar a Més en la izquierda. La ausencia de diputados al Congreso que no pertenezcan a los cuatro partidos estatales sintetiza la doble identidad balear. La comunidad se comporta como el último reducto del voto diferencial, sin que los agravios de Madrid admitidos incluso por los grandes partidos se traduzcan en un voto nacionalista, a diferencia de Canarias. En el mismo sentido, la obediencia ciega de los votantes a las siglas que concursan en toda España demuestra que los candidatos locales desplazan una cantidad insignificante de sufragios.

Hasta la fecha, la suerte del PSOE en Balears dependía de la gestión del Govern de Francina Armengol. Desde junio, el protagonismo y el tirón se han desplazado a Sánchez, sin ninguna garantía de que el influjo benéfico se mantenga indefinidamente. De nuevo, el retroceso del PP fuera ya del Gobierno adquiere mayor significación que la efervescencia socialista.

A la vista del barómetro del CIS, tiene que ponerse en cuarentena la convicción expresada por Biel Company de que solo el PP puede desalojar a Armengol. Como mínimo, debió adjuntar la cláusula de que la sustitución será posible únicamente con notable ayuda de Ciudadanos. No desde la superioridad jerárquica de los tiempos de UM, sino en plano de igualdad.