Quien más quien menos ha pronunciado este verano frases como "esto ya no hay quien lo aguante" o "esto es insoportable", quitándose las gotas de sudor de la frente. Noches con dificultades para conciliar el sueño, olas de calor seguidas de tormenta y la temperatura del mar en aumento. El verano acaba y deja varias evidencias en las islas de que el cambio climático es una realidad. Evidencias a prueba de quienes puedan creerse la teoría del presidente norteamericano Donald Trump de que esto del calentamiento global es un invento de los chinos.

Según difundía esta semana la Asociación de Geógrafos de España (AGE), el Mediterráneo vive ya tres signos claros del cambio climático. Los tres indicadores son el cambio estacional de las lluvias, el aumento de la temperatura del mar y el aumento de las noches tropicales -aquellas por encima de los 20 grados de mínima-. Tres indicadores que Balears ha cumplido este verano, y dos de los cuales ya son tendencia año a año. Indicadores que no hacen más que confirmar que, a falta de poder apreciar el aumento del nivel del mar previsto a causa del derretimiento de los glaciares previstos a lo largo de este siglo, el cambio climático es una realidad y que además de tratar de combatirlo habrá que acostumbrarse al aumento de las temperaturas.

Este último mes de agosto dejó unas temperaturas medias de 26,1 grados en Mallorca, con máximas de hasta 39,4 grados, registrados en el campus de la UIB. Un aumento de más de un grado de la temperatura media registrada este mes en la serie histórica. Un calor, que inevitablemente, como explica la directora de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) en Palma, María José Guerrero, lleva aparejado un aumento de las noches tropicales y un aumento de la temperatura del nivel del mar. Y ahí van dos indicadores del cambio climático en Balears.

Las noches más calurosas, a más

Las noches tropicales son aquellas cuyas mínimas superan los 20 grados. Sólo durante este mes de agosto, se registraron 24. Es decir, que a excepción de una semana todas las noches lo fueron. En lo que llevamos de año, 40 noches tropicales. "En cuarenta años se han cuadruplicado las noches tropicales en verano: hemos pasado de contar unas diez a contar cuarenta, que se concentran en los meses más calurosos, básicamente los meses de julio y agosto", detalla Guerrero. "La evidencia de las noches tropicales esta ahí, van en aumento". Pero es que la cosa no queda ahí. Durante este verano se ha pasado de hablar de noches tropicales a noches ecuatoriales.

Ya no hablamos de pasar la noche por encima de los 20 grados, sino de tener que pasar la noche con los mercurios marcando por encima de los 25 grados centígrados. "Son esas noches en las que ya por el calor cuesta conciliar el sueño", recuerda la responsable de la estación meteorológica de la Aemet en Palma. Pese a que nunca como este verano se había hablado tanto de ellas, este no ha sido el verano con más noches tropicales. Al menos, en el archipiélago. Según los datos de la Aemet, este verano se han registrado diez noches ecuatoriales en la isla, cuando hace 40 años no se registraba ninguna y cuando la media es de siete noches anuales. No obstante, no es el año en que más se han registrado: 2003 conserva el récord con 28 noches ecuatoriales, si bien esa marca es aislada y la tendencia al alza viene de 2012.

Y como explica Maria José Guerrero, "si la temperatura del aire sube, también sube la temperatura del mar". El segundo indicador también se cumple: según los datos obtenidos por la Aemet a partir del satélite Noaa-19 y contrastados con las boyas de Puertos del Estado y del Servicio de Observación y Predicción Costero de Balears (SOCIB), la temperatura del mar superó los 28 grados, alcanzando los 30 grados a principios de agosto en el litoral de las islas. Un registro que supone entre tres y cuatro grados en el mar por encima de los valores habituales .

"De la misma manera que observamos la evidencia objetiva de las noches tropicales, la de la temperatura del mar también la observamos", señala Guerrero ese aumento. Según los datos de la Aemet, en los últimos cuarenta años el aumento medio de la temperatura del agua ha subido un grado, con 24,2 de temperatura media. "La evidencia está", señala.

Una evidencia que afecta a la fauna y la flora subacuáticas y que acerca a las islas al pleno en los indicadores del cambio climático.

Sin conclusiones de las lluvias

El tercero es la intensificación de las lluvias y el cambio de estacionalidad. Es decir: que llueva más y que no lo haga en los meses en que lo suele hacer. Este año también se cumple: según destaca el resumen climatológico de la Aemet del mes de agosto, este último mes de 2018 "ha llovido el doble de los valores normales". En Mallorca se recogieron, según los datos registrados, 38,2 litros por metro cuadrado, con una anomalía del 84 por ciento por encima de los valores habituales. El informe de la Aemet señala que "ha llamado la atención que desde que finalizó la ola de calor el 5 de agosto comenzaron las tormentas y chubascos, algunos días con intensidad torrencial". De hecho, según se desprende, a excepción de siete días, el resto de días ha llovido en algún punto de Mallorca.

Sin embargo, si bien a la luz de los datos de este verano podríamos concluir que la isla ya cumple con los tres indicadores que evidencian el cambio climático, según observa María José Guerrero, este último indicador no se estaría repitiendo en los últimos años.

"Aquí no podemos concluir un cambio de estacionalidad", señala la directora territorial de la Aemet respecto a las precipitaciones. De hecho, en los últimos cuarenta años las lluvias se habrían reducido cerca de un 2 por ciento, un dato que no es significativo pero que impide hablar de una intensificación. "Vemos que va variando el comportamiento de las precipitaciones. Hay algunas oscilaciones. Este año se han producido antes, pero el pasado se retrasaron. No podemos concluir un cambio", detalla Guerrero. Con lo que si bien este año, con el doble de lluvias en agosto, parecería haberse dado, la tendencia no confirma este tercer indicador.

Sin embargo, según apunta la directora de la Aemet, "la evidencia está en el aumento de las temperaturas". En los últimos cuarenta años, las temperaturas han aumentado hasta un 2,3 por ciento. Habiendo subido las temperaturas en todas las estaciones: 2,6 grados en primavera, 2,3 en verano, 1,6 en otoño y 0,5 en invierno. Unos datos que equivalen a un verano que se va alargando en su inicio y en su final, a la vez que sus meses puntas son más calurosos.

La peor de las previsiones

Con estos datos, Balears no sólo vive el cambio climático, sino que avanza en él a marchas forzadas. María José Guerrero recuerda que desde la Aemet se plantearon tres posibles escenarios de la evolución de las temperaturas para el siglo XXI. Diversas variables y factores alterarían hacia qué escenario avanzaría el archipiélago. Y con los datos registrados en estos primeros 18 años del siglo, estamos en el peor de los escenarios. Planteando incluso la posibilidad de abrir un escenario que ni siquiera se había llegado a prever.

"Estamos en el escenario más agresivo. En este, del año 2000 al 2100, en primavera las temperaturas subirían 5 grados. De momento estamos en 2,6, pero estamos sólo en 2018. Si seguimos a este ritmo...", destaca Guerrero.

Lo mismo ocurre en verano, donde la previsión mínima de 3 grados prevista para todo el siglo, ya se acaricia en sólo 18 años. Y aunque el ritmo es un poco más lento, tampoco van rezagadas las temperaturas en invierno, que con ese aumento de 0,5 ya se queda a la mitad del aumento mínimo previsto para todo el siglo de un grado, manteniendo la posibilidad de alcanzar la subida máxima, prevista en 4 grados más.

Tres de tres este verano, en lo que a indicadores se refiere: aumento de las noches tropicales, de la temperatura del mar y de intensificación de las precipitaciones. Dos de tres, si ampliamos la perspectiva a los últimos años: todavía no hay un patrón para concluir un cambio de estacionalidad en las precipitaciones. Y las temperaturas aumentando en la senda del peor de los escenarios previstos. El cambio climático es evidente.