Nelia Sánchez ve muy claramente los diferentes caminos que marca el sistema para un niño con discapacidad y para uno sin: mientras con Joel, de cinco años, no ha tenido que preocuparse de nada más que de lograr plaza, con su hermano mellizo Lucas, que tiene parálisis cerebral, ha tenido que hacer todo un aprendizaje para discernir qué derechos tiene. Y ahora sabe que puede reclamar una escolarización en un colegio ordinario, pero cuando el orientador le presentó un dictamen aconsejándole uno especial no lo sabía: "¿Quién decide, ellos o yo?". Ante una discrepancia así, se la da la palabra a la dirección general de Innovación y Comunidad Educativa, que en su caso le dio relevancia a la preferencia de la madre. Cree que los centros de educación especial pueden ser, además de una opción para muchos padres, buenos proveedores de personal cualificado para trabajar en los centros ordinarios (como hacen ahora las Unidades de Atención Volante, un recurso muy valorado) . Reclama recursos "más específicos y más pensados" y lamenta que en la pública aún no hay personal preparado para la parálisis cerebral. Por último, señala la anomalía de que los padres "tengan que luchar para conseguir unos derechos que tienen reconocidos".