Carme Ledesma se reconoce afortunada: su hijo Lluís, de seis años y con Síndrome de Down, acude al colegio de Santa Maria y está muy contenta con la atención recibida y la disposición del centro. Señala que quizás en los colegios pequeños sea más fácil la incusión (y también en el pueblo en general: "Vamos andando por la calle y le saluda gente que yo no sé ni quién es", ríe). Para ella es una cuestión de recursos (que todos los padres entrevistados reclaman que aumenten para garantizar la inclusión), pero también de actitud. En ese sentido, apunta, no debería ser una cuestión de "tener suerte" y caer en un colegio sensible y dispuesto, sino que todos los padres de todos los colegios deberían encontrarse con las mismas garantías de inclusión, algo que debería ser supervisado y estimulado desde Educación. Ledesma cree que asistir a un colegio ordinario tiene beneficios para su hijo, pero recuerda que la presencia de Lluís en la clase también favorece a sus compañeros y a la sociedad en general ya que la diversidad es la realidad y siempre enriquece: "Si en la escuela no hay niños ´diferentes´, con discapacidad o trastornos, luego de adulto no sabes cómo tratarlos".