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La hora de Europa y de todo el año

Europa se lleva mal incluso con el reloj. No puede extrañar en una sociedad de estados que tiene serias dificultades para compatibilizar horarios de políticas de confluencia y agendas de necesidades preferentes.

Cada vez que acaban marzo y octubre se recrudece la polémica sobre si debe continuar modificándose los horarios de invierno y verano. Hay opiniones y preferencias para todos los gustos, aunque una encuesta, a través de internet, de la Comisión Europea parece dejar claro que la inmensa mayoría de ciudadanos del continente se decantan por un horario estable para todo el año.

Quizás en una toma de conciencia de la necesidad de sincronizar sus cronómetros con las inquietudes ciudadanas, el presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker ha dicho que hará una propuesta al Consejo y al Parlamento para fijar un horario continental sin cambios. De prosperar, en ningún caso será antes de 2020.

En Balears, Illes amb Claror lleva tiempo propugnando la permanencia del horario de verano. El Parlament le ha apoyado por unanimidad y el Gobierno ha remitido la causa a Bruselas, aunque ahora parece dispuesto a hacer caso al reclamo de la ciudadanía mirando al meridiano de Greenwich, Lisboa y Londres.

En este archipiélago confabulado con la luz solar importa mucho la decisión última que se adopte. Por muchos motivos, porque la mayor parte de la vida social y económica se desarrolla en verano, con lo que ello implica para la salud individual y colectiva de sus habitantes y su relación con el consumo energético. El sector turístico y de servicios parece claramente decantado por no mover el reloj después del verano. Europa debe mantener aquí las manecillas en función de la realidad balear.

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