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Opinión

Los pivots del Estado, en Marivent

Quién dijo guapo.

Mallorca es más importante para el Rey que el Rey para Mallorca. De ahí la relevancia singular del encuentro entre los Borbón y los Sánchez en Marivent. El presidente del Gobierno debuta en el despacho veraniego desde una posición de preeminencia. Solo tiene 84 diputados, pero ya le gustaría a Felipe VI contabilizar su apoyos con tanta precisión.

Duelo de sonrisas en la escalinata. Rajoy siempre parecía aplastado por el cargo, como si llevara a Bárcenas a las espaldas. Sánchez empezó su carrera cuando lo arrojaron desde la cuarta planta de Ferraz. Se considera irrompible, a nadie extraña que ensaye poses de 007 o de Nespresso Clooney. Quién dijo guapo.

Felipe VI fue bello antes de Letizia, pero acaba de llegar a la corona y ya le imponen, que no proponen, presidentes del Gobierno a quienes aventaja en años. El debutante Sánchez pasea por Marivent como si fuera de la Familia aunque, con la velocidad de ciclón que ha adquirido la política española, nadie puede descartar que sea su última visita al palacio mallorquín.

La crónica de sociedad no oculta que, por primera vez en la transición, el Jefe de Estado y el Jefe de Gobierno comparten una alarmante precariedad. Quienes la niegan, también coinciden en el nomenclátor con los visionarios que aseguraban en 2014 que Juan Carlos I se hallaba en su mejor momento. Por tanto, quedan descartados como augures.

La cúspide estatal es hoy un ejercicio de fragilidad a dos manos. Solo la genética se mantiene fiel a un país en crecimiento constante. Superada la España del metro setenta con la muerte de Franco, la España del metro ochenta también pasa a peor vida. La reunión de los pivots del Estado en Marivent consolida el vértigo de la España del metro noventa. Por su estatura, el centro de gravedad ha llegado demasiado alto. La precariedad de Sánchez figura en el diario de sesiones del Congreso, la debilidad del Rey está prohibido exteriorizarla.

Aznar huía en helicóptero de las citas fugaces con el anterior monarca en Marivent, Sánchez se manifiesta como el leal cancerbero de Felipe VI. Le atribuye una actitud dialogante en Cataluña, donde "tender puentes" se ha erigido en la canción del verano. El líder socialista se ha convertido en un especialista en disimular sus carencias, porque el artículo 155 no surge de una imposición de La Zarzuela, sino del PP/PSOE. Apurando, la última semilegislatura de Rajoy fue una graciosa concesión de los socialistas, avalada por quienes pregonaban de manera suicida que Juan Carlos I debía seguir en el trono a toda costa.

Dado que el país carece de referentes intelectuales, bienvenida sea la simpatía que generan los Jefes de Estado y de Gobierno más fornidos de su historia. Felipe VI presume de los abdominales por centenares, su teórico segundo entrenó en el legendario Ramiro de Maeztu de Estudiantes. La Segunda Transición está en buena forma. Y poco más.

La política es apariencia antes que nada, con la representación escénica en posición adyacente El énfasis en el físico de las dos primeras magistraturas estatales se debe quizás a que no se les recuerda un discurso memorable. Azaña desempeñó ambas jefaturas, y desde ahí cuesta abajo. Ahora bien, no puede discutirse el arrojo de Sánchez. Se ha resucitado a sí mismo y, más difícil todavía, ha reanimado a Franco. Nadie hubiera imaginado dos décadas atrás que España estaría loca por los huesos del dictador en 2018.

El dilema es muy sencillo, ¿pueden llevar Felipe VI y Sánchez a cabo la segunda transición sin mapas? Contestando por descarte, nadie creía que Juan Carlos el Breve y Adolfo Suárez el Frívolo fueran capaces de sacar a España del atolladero de una dictadura muy bien asimilada.

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