El conflicto que vive el departamento de Filosofía de la Universitat ahora ha subido un peldaño más al entrar en la vía judicial, pero hace muchos años que se arrastra y ha generado varias bajas por ansiedad e incluso depresión no solo entre el profesorado sino también entre el alumnado.

Así lo explicaron ayer a este diario varios estudiantes y algunos profesores del departamento, que aclararon que "todo el mundo lo ha pasado mal", al margen de en qué lado del conflicto se esté (apoyando a la profesora que ha denunciado o bien a los dos docentes investigados). Las fuentes consultadas aseguran que algunos profesores insultan y difunden rumores sobre otros colegas delante de los estudiantes: "Es una auténtica guerra civil".

La situación tomó un nuevo cariz desde el momento en que una profesora, Lucrecia Burges, denunció ser víctima de acoso laboral ante la policía, como desveló ayer este diariodesveló ayer este diario. La fase de instrucción ha concluido con un catedrático, Miquel Beltran, y un contratado doctor, Andreu Jaume, investigados.

Otro profesor también presentó una denuncia al detectar que los frenos de su moto habían sido manipulados, una investigación que finalmente fue interrumpida por la policía ante la imposibilidad de hallar a un posible culpable.

Quejas y denuncias ante el rector

Desde ambos lados del conflicto (las fuentes consultadas eluden hablar de bandos definidos) se coincide en señalar la pasividad del rectorado ante esta crisis, al que han acudido (tanto profesores como alumnos) en varias ocasiones, reuniéndose con el rector Huguet en persona. "El rectorado lleva recibiendo quejas desde hace seis años", apunta un profesor.

En 2016 la crisis se intensificó, hasta el punto que se encargó una auditoría a una empresa especializada en salud laboral, que evaluó la situación del departamento y concluyó que el clima era "insostenible". Ese informe ya hacía referencia a "conductas de presunto acoso psicológico, tanto verbal como físico".

Desde el rectorado, se promovieron una serie de cambios de despachos y se intentó una mediación a través de la responsable de Riesgos Laborales de la institución académica, dos iniciativas que no contribuyeron en nada a mejorar el ambiente del departamento (de una parte del departamento en realidad, ya que el área de Trabajo Social no se ve afectada).

Desde el decanato de la facultad de Filosofía y Letras, Miguel Deyá admite que la situación "no es normal ni deseable" y recuerda que se cruzan varios problemas "de distinta naturaleza que se han ido mezclando".

"Hay que ser realistas, por sí sola la situación no se va a arreglar, debería arreglarse por vías superiores", opina Deyá, que entiende que el rector no pueda intervenir en lo que se refiere a la situación judicial pero que como máximo responsable de la Universitat sí tiene margen de maniobra respecto a los departamentos.

El decano expresa su esperanza en que la problemática no suponga un descenso en las matrículas en unos estudios que están experimentando un "ligero repunte" de estudiantesestudios que están experimentando un "ligero repunte" de estudiantes y asegura no tener constancia de que el alumnado esté afectado por los enfrentamientos entre algunos profesores.

"En las encuestas de satisfacción que se pasan a los alumnos, estos estudiantes no han mostrado un especial descontento", asegura.

Él por su parte hace algo más de un año que comenzó a presidir personalmente los consejos de estudios de Filosofía (cuando podría hacerlo el jefe de estudios) para tratar de "apaciguar" la situación.

Asimismo, acudió a una reunión departamental para "conminar a los profesores a que sus cuestiones personales no interfieran en la situación del departamento".

Otra situación anómala que ha vivido este departamento la protagonizó el doctor Miquel Comas, que fue demandado (y luego absuelto) por sus críticas a los profesores responsables de un proceso de adjudicación de plazas en el que había participado.