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Opinión

Munar, cara a cara con la sociedad

Maria Antònia Munar cambia de escena penitenciaria por primera vez desde hace cinco años. Un permiso obtenido con recurso fallado a su favor por la Audiencia Provincial le permite ausentarse de la cárcel de Palma por espacio de tres días. Los barrotes de la prisión se suplantan durante este breve periodo por la mirada, igual de infranqueable, de la sociedad, para una mujer que ya se reconoció en su día ante los tribunales, "muerta en lo político y social". La Mallorca de sus viejos éxitos de artificio preparado, su principado político derruido por el peso de su ambición y manipulación, con apuntalamientos de engaños, es ahora su nueva cárcel, menos anónima y discreta que la de Palma. Munar no puede salir de la isla. Es muy posible que la presión y el cargo de las condenas que pesan sobre su persona tampoco le permitan circular por ella.

A Maria Antònia Munar le resta el trance de superar la mirada de una sociedad de la que tanto se aprovechó y a esta sociedad que todo se lo toleró en votos, el incordio de volver a admitir su presencia pública. Es una incomodidad recíproca fruto de una complicidad implícita no reconocida. Por eso el primer permiso penitenciario de la expolítica omnipresente y decisiva hasta ayer mismo en todas las instituciones tiene mucho de purga social. Munar en la calle, fuera del anonimato de la carretera de Sóller, aunque solo sea durante tres días contados, obliga a volver a pensar en ella y, lo que es peor, las malversaciones, cohechos y demás exquisiteces del Código Penal que cultivó.

Dramas personales y reconocimientos de culpa aparte, la líder de la extinta Unió Mallorquina es también el fiel reflejo personal de las desviaciones que ha sufrido la política y la gestión pública en Mallorca durante demasiados años. Un referente a evitar y superar.

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