Gádor Muntaner, que se enfrentó a los deseos familiares y dejó la carrera de Farmacia en tercero porque el mar, y más en concreto los tiburones, le motivaban más, no tuvo ningún miedo cuando tuvo el primer encuentro con un ejemplar de esa especie en mar abierto, un puntas negras de arrecife con el que se topó durante una inmersión en las Maldivas.

"Tuve de todo menos miedo. Curiosidad, admiración... porque es el depredador perfecto. Llevan aquí desde hace cuatrocientos millones de años, desde antes que los dinosaurios, y siguen aquí mientras los otros se han extinguido. Su diseño anatómico es el de un depredador perfecto", defiende la oceanóloga.

Cuando finalmente convenció a sus padres que lo suyo era una vocación y no un capricho temporal, se fue a estudiar Ciencias del Mar a Canarias porque "quería tocar mar desde el primer año y no me conformaba con estudiar Biología para luego especializarme y hacerme bióloga marina".

Una beca del Santander para realizar prácticas y el trabajo de final de carrera le permitió irse a trabajar a un lugar en el que tuviera un contacto más próximo con los tiburones: México. Allí ha estudiado las migraciones que realiza el tiburón de puntas plateadas en el archipiélago de Revillagigedo, frente a Baja California Sur.

"El objetivo de nuestras investigaciones es poder conocer mejor los hábitos de los tiburones para poder protegerlos mejor", deja bien claro Gádor, que también se ha marcado como meta erradicar la imagen que la mayoría de las personas tienen de esta especie.

"No somos una de sus presas"

"Nos han vendido que es un monstruo asesino y ni mucho menos es así. El ser humano puede coexistir perfectamente con ellos, no somos una de sus presas. Hay un montón de lugares en el mundo que están infestados de tiburones y sus habitantes cohabitan normalmente con ellos. Además, el hecho de tener tiburones en el mar es una señal de buena salud del ecosistema marino. Al final, el tiburón es un regulador del sistema. Sin él, se desestructura toda la cadena trófica", argumenta la especialista.

Ahora está terminando un máster, también en México, sobre el efecto de las sustancias contaminantes presentes en el mar sobre el tiburón blanco. "El ddt, que desde los años cincuenta lo utilizábamos para todo hasta que se prohibió en los setenta, sigue presente en el mar. Hemos detectado su presencia tanto en los músculos del blanco como en la grasa de una de sus presas, el elefante marino", revela esta experta una de las conclusiones de un estudio que está llevando a cabo en Isla Guadalupe, una ínsula volcánica de aguas cristalinas sin luz ni cobertura telefónica en medio del Pacífico a la que se llega tras una travesía en barco de más de 24 horas y que concentra a un gran número de tiburones blancos, resalta la oceanóloga la contradicción de la presencia de contaminantes en un lugar tan virginal.

"El plancton filtra el agua del mar e ingiere al hacerlo microplásticos que a su vez llevan adherido ddt. Este plancton es alimento de peces pequeños que a su vez son comida de otros mayores hasta llegar a los elefantes marinos y a los blancos, en la posición más elevada de la cadena trófica, que al final son las especies que acumulan más contaminantes", explica el proceso.

Ya están aquí

Tras abordar el inevitable asunto del presunto avistamiento de un blanco en aguas de Cabrera , Gádor Muntaner no duda de que esta especie volverá a nadar en aguas del Mediterráneo. "Ya estaban y ahora están volviendo. Cada vez hay mejores condiciones para su regreso. Estos días hemos visto por Cabrera muchos atunes, delfines e incluso tortugas", se alegra esta licenciada en Ciencias del Mar que no duda en ir un poco más lejos y afirmar que es muy probable que ya estén aquí.

"Haberlos, los hay, aunque no tantos como hubo hace unas décadas. Que nos los veamos no significa que no estén. Creo que en unos años habrá más avistamientos", augura.

Ante esta eventualidad, preguntada cómo se debe actuar si te encuentras ante un tiburón en el mar, sea de la especie que sea, Gádor recomienda en primer lugar "no huir. Y si lo haces, que no lo parezca. Es lo que hacen todas sus presas y pensará que eres una más".

"Si lo ves pasar y no se dirige hacia ti, déjale, no hay ningún peligro. Pero si va hacia ti, haz tú lo mismo. Adoptar esa actitud de depredador los va a desconcertar y no te atacarán. Si llevas gafas de bucear, es muy importante mantener el contacto visual. Y mira detrás tuyo, pueden estar acercándose por tu espalda para satisfacer su curiosidad. Si estás con alguien más, juntáte a él, parecerás más grande y desincentivarás un ataque", aconseja.

Solo hay que preocuparse cuando percibes que el animal hace movimientos erráticos y rápidos y se acerca hacia ti con las aletas pectorales bajadas. "Es una actitud sintomática de que está incómodo con tu presencia. En estos casos, piensa en salir del agua", advierte la especialista que, no obstante, quiere dejar bien claro que los ataques de tiburones a seres humanos son más cosa de las películas que de la realidad.

"Ellos suelen estar más asustados con tu presencia que tu con la suya. Llevo ya dos campañas en Isla Guadalupe, el mejor punto turístico del mundo para ver blancos en medio del mar desde una jaula, y no me falta ninguna pierna ni ningún brazo. Y yo, como científica, estoy autorizada a salir de la jaula y a nadar con ellos", tranquiliza.

Por todo lo explicado, Gádor Muntaner concluye pidiendo más comprensión para una especie que, recuerda, es vital para regular unos ecosistemas marinos en los que está presente desde hace 400 millones de años.