Es Trenc, mañana del viernes 29 de junio. Una retroexcavadora circula sobre las dunas protegidas del recientemente declarado Parque Natural. Avanza a la vez que extrae arena y destruye la duna. El objetivo: retirar un cable de telefonía. Aunque la imagen es absolutamente impactante y sus efectos ambientales están fuera de duda, la conselleria de Medio Ambiente no tiene constancia de la operación. "En cuanto lo supimos enviamos a un agente de Medio Ambiente que levantó acta y actualmente se está estudiando si procede abrir un expediente sancionador", explica el director general de Espacios Naturales del Govern, Miquel Mir. Es Trenc, al ser Parque Natural está bajo su jurisdicción.

El caso de la máquina excavadora avanzando en un surco levantado en las dunas no es el único que preocupa. Esta misma semana la arena de es Trenc estaba también llena de basura. La alta presión humana que soporta el espacio protegido es un factor determinante, aunque Mir remarca que este año se ha reducido el número de hamacas en la playa de 1.700 a 350 y los chiringuitos ahora son elevados -por lo que la arena no se acumula por efecto del viento -, de veinte metros cuadrados y sin terraza. Aun así, la presión no cesa y recientemente la entidad ecologista Terraferida hizo públicas unas imágenes de una boda sobre las dunas del Parque Natural, ahora también bajo "investigación" de la conselleria. Al hacer una simple búsqueda por internet se encuentran testimonios de personas que aseguran haberse casado en la playa de Es Trenc a través de la finca de Sa Barrala.

Resultados cuestionados

Al observar una fotografía aérea de 1956, se puede ver a simple vista que la bahía de Cala Millor estaba flanqueada a un lado por el mar y por el otro por una barrera natural de dunas. También Can Picafort o s'Arenal de Llucmajor. Pero hoy aquello es historia. La construcción de paseos marítimos a lo largo del litoral mallorquín ha relegado a la categoría de reliquias los pocos sistemas dunares sin alterar que quedan en la isla. Si es que queda alguno.

Es Trenc, el Comú de Muro, Cala Mesquida o Son Serra conservan a duras penas los sistemas dunares que durante siglos han conformado los arenales costeros. Unos ecosistemas frágiles que a lo largo de las últimas décadas han visto como se les aplicaban diferentes técnicas para restaurarlos, mantenerlos y protegerlos. Conservar estas joyas concita un acuerdo unánime: ecologistas, administración y empresarios están de acuerdo en que hay que preservar lo poco que queda de ellas. Pero a la hora de actuar, la cosa no resulta tan fácil ni mucho menos.

Las técnicas aplicadas en los sistemas dunares por la administración no han dado el resultado esperado. Así lo afirman en un artículo científico recientemente publicado los autores Francesc Xavier Roig, José Ángel Martín Prieto, Antonio Rodríguez Perea y Macià Blàzquez. En su Restauración de sistemas dunares en las islas Baleares (2000-2017): una visión crítica, constatan la "falta de criterios geomorfológicos en algunas actuaciones realizadas en las islas Balears han generado y agravado procesos erosivos sobre aquellos que se pretendían recuperar, o bien se han fijado de forma artificial sistemas dinámicos". En pocas palabras: una parte del dinero público invertido en regenerar y conservar los sistemas dunares, no solo no ha cumplido su función, sino que ha agravado la erosión.

Dos son los problemas principales que retratan estos científicos de la UIB en su análisis. La Administración no siempre 'lee' bien la realidad, y no siempre respeta la dinàmica de los sistemas y, además, actúa bajo el parámetro de grandes proyectos puntuales, planteados desde la óptica de las obras públicas propias de otro tipo de estructuras más estáticas. Se hace una gran intervención, y después se abandonan los detalles, el seguimiento, y la adaptación constante a las necesidades del terreno. "En la mayoría de los casos se aplican técnicas sin analizar bien la dinámica de los sistemas dunares", asegura Antonio Rodríguez Perea. "Las playas se mueven, por lo que cuando les construyes un paseo marítimo, las fijas". Es necesario ayudar a esta dinámica y no urbanizarlas, "aunque sea con madera y pasarelas", añade el geólogo. El ejemplo positivo que ponen los expertos es Es Grau, en Menorca, donde la actuación ha sido mínima en forma de cordones. En cambio, se critican otras actuaciones como la instalación de pasarelas sin tener en cuenta la dirección del viento, en las que se acumula la arena al interrumpir su circulación natural. Y volviendo a Es Trenc, Rodríguez opina que, además de que hay "demasiada gente", "no puedes poner un cordón y detrás clavar un cartel o llenar la playa de papeleras porque hacen interferencia eólica".

De hecho las barreras artificiales con paneles o barreras para frenar la erosión, muy utilizadas en todo el mundo, son especialmente criticadas en el estudio, puesto que "lejos de favorecer la retención sedimentaria, han dado lugar a distorsiones que en algunos casos han agravado el estado erosivo del sistema", afirman los científicos. Enumeran casos como Cala Macarelleta (Menorca, o Can Picafort (Mallorca), donde insuficientes separaciones o la falta de análisis de los vientos dominantes en la zona a la hora de instalarlas, han provocado peores efectos que no haber hecho nada.

Los estudiosos de la UIB lamentan también que sea posible gastar medio millón de euros en determinados proyectos de restauración o protección dunar, y que después se caiga una barrera de juncos que intenta retener la arena y nadie la levante ni la recupere. Macià Blázquez advierte que "se trata a los sistemas dunares como una obra pública más; como si fueran carreteras, puertos o diques". En este sentido lamenta que la Demarcación de Costas y otras administraciones "funcionan otorgando grandes concesiones", mientras que algunas labores que serían más efectivas pero menos costosas "son demasiado baratas". En a misma línea Rodríguez apunta que "para la administración es más fácil hacer una inversión grande que no hacer mantenimiento".

Falta de vigilancia

Pero a esta falta de mantenimiento de algunas actuaciones, hay que añadir la incensante y creciente acción humana. Desde las bodas entre las dunas, hasta lanzarse con algunas cervezas de más rodando desde lo más alto, por mucho que algún cartel informe de la importancia del ecosistema. Esta presión humana a menudo carece de control. Hay zonas sin delimitar, y cuando existen las correspondientes medidas, muchos no dudan en saltar el cordón para introducirse en la zona. La falta de vigilancia es otro de los problemas importantes. "La vigilancia debería ser proporcional a la gente que va allí", asegura Rodríguez.

Revegetación: Cuando la falta de mantenimiento es el fallo

La revegetación es una técnica que pretende frenar la erosión mediante la creación de barreras vegetales. De esta manera, son las mismas plantas las que fijan y retienen el sistema dunar. En Balears se ha aplicado en Cala Mesquida (Mallorca) y sa Mesquida (Menorca), con un resultado desigual. Positivo en algunas zonas, pero con diversos problemas en otras áreas. El motivo, "la falta de mantenimiento sumada al nulo control de cabras sobre las morfologías revegetadas, que eliminan las plántulas de los sistemas restaurados y afectan a la estabilidad del sistema, no favorecen el éxito", en el caso de la playa gabellina. En el proyecto de sa Mesquida se sembró planta en el sistema dunar delantero desaparecido, pero al no haber llevado a cabo tareas previas imprescindibles en estos procesos, la vegetación no pudo retener el sedimento y, al final, se acabó alterando el perfil natural, destacan los estudiosos.