El pasado septiembre la familia de Anzoumana Niakate miraba al cielo con desconfianza porque cada vez que llovía el piso de la calle Reyes Católicos en el que vivían de alquiler se convertía en un humedal. "Teníamos que poner cinco ollas para que el piso no se inundara. Era muy peligroso, tenía miedo de que mis hijas enfermaran", recuerda ahora Ansoumana, que junto con su mujer y las tres niñas de 11, 7 y un año sufrían por el clima y por la negligencia de un casero que ni siquiera se ponía al teléfono.

El contrato de alquiler vencía en mayo. Pero aquel mismo invierno el maliense y su mujer, con veinte años de residencia en Mallorca, decidieron buscar un piso más habitable. En Reyes Católicos pagaban 500 euros de renta, y pronto fueron conscientes de que no encontrarían un alquiler remotamente parecido.

"Pasé octubre y noviembre buscando piso. Me bajé un montón de aplicaciones de páginas inmobiliarias, pero enseguida me di cuenta de que iba a ser imposible pagar esos alquileres. Somos cinco, necesitábamos al menos dos habitaciones, y lo más barato que veía eran 800 euros. Algo de tres habitaciones ya eran de 900 a 1.200 euros. Yo tengo una nómina de 1.000 euros y mi mujer trabaja solo en temporada alta, así que era imposible llegar a esas cifras", evoca Anzoumana, taxista.

Entonces su mujer tuvo una idea aparentemente descabellada: en lugar de alquilar, comprar. "Yo jamás me había planteado que pudiera ser propietario de un piso en Mallorca, pero a finales de diciembre hablé con el director de mi banco. Para mi sorpresa me dijo que buscara un piso que nos gustara y que entonces hablaríamos de la hipoteca", relata el maliense.

"Empezamos a buscar en Son Gotleu, que es un barrio que a mí me gusta. Encontramos un piso de tres habitaciones por 60.000 euros. En el banco me dijeron que me saldría por 200 euros al mes de hipoteca. '¿Estás bromeando?', le dije al director", recuerda.

"Entonces pensamos en mirar en otro barrio un poquito mejor. Buscamos en Son Roca, donde también vimos pisos que nos salían por ese mismo precio. Pero a mi mujer le gustaba la zona de General Riera. Y también mi hija mayor me animó porque viviría cerca del Ocimax. Yo pensé que era demasiado lío, solo necesitábamos un sitio donde vivir. Pero encontramos un piso de tres habitaciones en esa zona que salía por cien mil euros", explica.

Nueva visita al banco. El director de la sucursal sacó la calculadora: 400 euros de hipoteca a veinte años o 300 euros a treinta años. Anzoumana y su mujer, que todavía no salían de su sorpresa, deliberaron y eligieron la primera opción. En menos de un mes el banco le concedió el préstamos y fijaron fecha para firmar a finales de febrero.

"Cuando le dije a mi casero que dejaba el piso no se lo creyó, pero días después me dijo que iría gente para arreglar las humedades. No había querido hacerlo cuando vivíamos allí, no tiene vergüenza", recuerda el maliense todavía resentido.

Anzoumana y su familia viven ahora en un piso por el que pagan la mitad del alquiler más asequible que encontraron cuando rastreaban el inflado mercado mallorquín. "Las hipotecas me daban miedo porque las asociaba a desahucios. Ahora estamos contentos, tenemos nuestra propia casa. La niña ha pintado su habitación del color que quería. Nos sentimos más libres, y sin humedades", subraya.

El maliense termina con una reflexión: "Debería haber una ley que frenara el precio de los alquileres, no puede ser lo que está pasando. Hemos comprado un piso por no poder pagar un alquiler. Hay gente que viene de fuera para trabajar y lo tiene imposible. Ya sabemos lo que pasa con las burbujas inmobiliarias, estamos tropezando por segunda vez en la misma piedra. Tengo paisanos con niños que viven en una misma habitación, no puede ser".