El jefe de carnicería de Cárnicas Luis durante tres años declaró ayer a este diario en los pasillos del juzgado de instrucción 11 de Palma, que investiga a esa empresa por varios supuestos delitos, que sus jefes le ordenaron "vender carne en mal estado a una guardería" y que optó por suministrar a la escoleta un género no caducado. Cuatro antiguos empleados de la distribuidora de Calvià explicaron en el mismo lugar que la empresa era un infierno laboral y que "si no lo vives no te lo puedes creer".

El exjefe del principal departamento de la empresa manifestó que a él los dueños, el patriarca (medio jubilado) y sus cuatro hijos, le respetaban "porque sabían que si se pasaban me iba a otra empresa" y le pagaban lo acordado. No ocurría lo mismo con el resto de la plantilla, "a la que chillaban, maltrataban verbalmente, amenazaban continuamente con el despido y no les pagaban lo prometido".

"De un carnicero, que trabajaba muy bien, me dijeron que lo iban a echar por gordo", recordó el exencargado, que ahora trabaja en otra empresa de la que solo tiene elogios. Tres empleados y el exresponsable de carnicería revelaron que "otro trabajador se iba a casar, pidió dos días de permiso" y la respuesta de los dueños fue: "si te vas de permiso estás despedido".

El personal de la empresa estaba harto de aquel ambiente y de hecho una de las testigos que ayer depuso, una joven, denunció a la distribuidora ante la Guardia Civil por acoso psicológico. La plantilla, especialmente los carniceros y los camioneros, sufrían jornadas inacabables. Los repartidores "entraban a las cinco de la mañana, paraban dos horas para comer y se iban a casa a las nueve de la noche".

Cambiar etiquetas

Dos de los extrabajadores admitieron ante este diario haber falsificado etiquetas para hacer pasar carne caducada de varios meses por un producto fresco. "Las etiquetas las cambiaba yo, especialmente en el solomillo de ternera", admitió uno de los testigos. También se vendía ternera normal por angus, una carne mucho más cara. Al parecer, la empresa compraba importantes partidas de carne a punto de caducar, porque eran más baratas. Parte del género se podía vender, otra parte se tiraba y otra se congelaba. "Luego la descongelábamos y la volvíamos a vender ya caducada, aunque no estuviese en condiciones".

Respecto al uso de desengrasante para disimular el deterioro del género, una exempleada manifestó que un carnicero se lo contó, pero ella nunca lo vio. Los otros tres testigos nunca vieron esa manipulación y sí supieron del uso de lejía de uso alimentario para lavar la carne. La empresa, que sigue activa, ha negado los cargos que le imputa la Policía.