"Los dos tenemos sueldos de mileuristas y más de la mitad se nos va en el alquiler y los gastos de la vivienda. No nos queda para ir de rebajas". La frase corresponde a una joven pareja que ayer paseaba en las inmediaciones de una gran superficie de Palma. En sus manos no había ni una sola bolsa de compra.

Porque el euro se mira y mucho. Cuando se habla con las personas que entran y salen de los comercios, la frase más escuchada es "solo vengo a mirar, aunque si veo alguna ganga, puede que la compre". O en palabras de otra clienta, "solo busco bueno, bonito, y barato".

El factor precio se ha convertido en una constante, y la inmensa mayoría de las personas consultadas condicionan una posible adquisición a que el descuento sea muy alto.

Entre lo bueno, la satisfacción de algún consumidor porque el calor ha llegado precisamente durante los días en los que los precios bajan, y "así podremos ahorrar dinero al reponer la ropa de verano". De nuevo mirando el bolsillo.

O la alegría de una mujer que necesitaba adquirir un vestido para un acontecimiento familiar al ver que en el departamento correspondiente algunos tenían descuentos de importancia. Precio, precio, precio. Como una obsesión.

Otro constante: se busca reponer ropa, pero la intención inicial es evitar los caprichos. Solo aquello que realmente se necesita. Al menor precio posible, obviamente.