Ni de PISA, ni de burocracia, ni de fracaso escolar, ni de estándares de aprendizaje, ni de la LOMCE. César Bona dejó claro ayer ante el auditorio que él no iba a hablar de nada de eso sino que se centraría en la "microeducación".

Y eso hizo el profesor aragonés, que saltó a la fama en 2015 al ser el único candidato español nominado al Global Teacher Prize, un premio de docencia de ámbito mundial. Bona habló en un desayuno organizado por la patronal concertada CECEIB y su charla se convirtió en una sesión motivacional para el profesorado, recordando a los presentes la importancia de la figura del maestro y su misión esencial, así como la necesidad de empezar en la escuela "a trabajar por una sociedad mejor".

"Un maestro es un 'marcavidas", recordó, "el maestro tiene el poder de tocar con una varita a un niño y cambiar su vida", haciéndole aborrecer las matemáticas o apasionarse por la lectura, por ejemplo.

Entre las misiones fundamentales de los maestros, Bona señaló fomentar la participación de los niños y escucharles (defendió las asambleas diarias), además de promover que se lo cuestionen "todo".

Razonó que todos sabemos que la esencia de los niños está formada por "la curiosidad, la creatividad, la imaginación, la ilusión..." y que los profesores no pueden pretender ni aspirar a que "dejen esa esencia en la puerta de la escuela y sean pseudoadultos". Todo lo contrario, razonó, es necesario que mantengan esa ilusión y sientan la escuela "como su segunda casa" como factor clave para el rendimiento.

El profesor consideró que hay frases hechas y muy repetidas en el sector educativo que hay que replantearse. Por ejemplo, que hay que educar para el trabajo o que dar a los niños herramientas para el futuro: "¡Hay que darles herramientas para ahora!", reivindicó, "y cuanto más sepan mejor, pero los contenidos no son lo único importante". Subrayó enseñar a hablar bien en público y educar "en el respeto (a uno mismo, a los demás, al medio ambiente); en el diálogo; la resiliencia; la gestión de la emoción; la autoexigencia; la reflexión; el uso responsable de las redes sociales y la responsabilidad social".

Sobre esa responsabilidad social, abogó por enseñar a los niños (y recordar a los maestros) que cada paso y gesto que hacen influyen en la gente de alrededor y que por ello hay que intentar que esa influencia "sea positiva".

Hizo referencia también a los padres. Lamentó que en la universidad nadie enseña a los maestros a hablar con las familias y que se ha levantado "un muro" entre la familia y el colegio, cuando ambos están en el mismo equipo. Reformuló por ello la frase de que 'en la escuela se enseña y en la casa se educa' de la siguiente manera: "La escuela es el mejor lugar para ayudar a las familias a educar a sus hijos".