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Análisis

Acabar en prisión por la avaricia

Iñaki Urdangarin lo tenía hace trece años todo en la vida: una posición desahogada, una excelente imagen de exdeportista de élite y una familia encantadora. Era el yerno ideal en una Familia Real prestigiosa, pero le perdió la avaricia, las ganas de vivir por encima de sus ya amplias posibilidades. Ahora le están buscando una cárcel segura y cómoda para pasar entre dos y tres años privado de libertad.

Perdió su trabajo por el escándalo y ahora se queda sin libertad. El Tribunal Supremo ha escrito blanco sobre negro lo que todos los españoles supimos cuando se descubrió el caso Nóos: se aprovechó de su proximidad al Rey para vaciar las arcas públicas, que en aquellos años eran extremadamente dadivosas con los poderosos.

Un balance aritmético del caso Nóos para Iñaki Urdangarin no sale tan mal como se podía pensar. La fiscalía inicialmente le pedía casi 20 años de cárcel, que se redujeron a 6 años y 3 meses en la primera sentencia y en la definitiva se han quedado en 5 años y 10 meses. El que no se consuela es porque no quiere.

En la vida de Urdangarin se cruzaron dos paladines de la lucha contra la corrupción, José Castro y Pedro Horrach, que no desfallecieron hasta acumular pruebas y pruebas contra el maloliente entramado de Nóos. ¿Quién le iba decir al cuñado del rey Felipe VI que iba a acabar tan mal por una investigación penal acerca de un irrelevante velódromo público de Palma?

Pero la historia de Nóos tiene otro protagonista de lo que nunca se debía haber hecho por parte de un gestor público: el expresident del Govern Jaume Matas, que ha pasado su primera noche en la coqueta cárcel de Aranjuez. Matas fue pelota y sumiso con el poder emanado de la Familia Real y dilapidó fondos públicos para buscar réditos electorales vía Urdangarin.

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