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Opinión

Adicciones

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Puede que sí, que cerca de doscientos ciudadanos estadounidenses se vayan cada día al otro barrio por culpa de estar enganchados a los ansiolíticos o los opiáceos. Es seguro, además, que lo que sucede en el imperio terrenal por excelencia „en lo que queda de él de momento„ continúa sirviendo de espejo para todos nosotros. Muchos hemos seguido con fervor las historias del doctor House y sus problemas derivados de un dolor continuo y lacerante. Aprendimos, gracias a él, lo que cabe hacer cuando se presenta una situación así. Pero, habida cuenta de la diferencia que hay de territorio, de población y de costumbres respecto de Mallorca, bien razonable resulta que los médicos de la isla tuerzan el gesto cuando se les habla de efecto contagio respecto de lo que nos llega del otro lado del Atlántico.

Cosa bien diferente es que el disparate en el que se está convirtiendo el siglo XXI tenga como una faceta de las más dignas de preocupación el problema de las adicciones. Bien mirado, existieron desde siempre „¿habría que recordar que cuando surgió el movimiento hippie ya había habido en los Estados Unidos una verdadera guerra civil entre policías y gangsters a causa de las leyes contra el alcohol?„ y con una crudeza que deja en ocasiones en fenómeno infantil el consumo actual de ansiolíticos. De manera recurrente, a lo largo del último medio siglo, hemos visto surgir las drogas y sus supuestos controles que se convierten a su vez en la siguiente sustancia adictiva. Incluso hemos aplaudido la liberación de las costumbres sin atender gran cosa a lo que se nos colaba de la mano de la permisividad. Sin embargo, en el mundo de ahora mismo es una vez más Internet el origen de los sobresaltos. Raro será el médico que no vea todos los días cómo quienes acuden a su consulta llegan con el diagnóstico hecho gracias a Google. Y de la misma forma que Internet suplanta a los licenciados en medicina, hace lo propio con los de farmacia.

La adicción causada ya sea por la ignorancia, la curiosidad, el hábito de la automedicación o la ligereza a la hora de extender recetas lleva a unas consecuencias que se multiplican con la posibilidad de comprar casi cualquier cosa a través de una página web. En especial si no tenemos demasiados melindres a la hora de aceptar gato por liebre. Del descubrimiento de la píldora azul que permitía prolongar las hazañas sexuales se derivaron problemas de salud muy serios porque, si bien en las farmacias pedían una receta, eran legión las páginas web que la vendían de extranjis y te la llevaban, además a casa. Pues bien, he hecho por curiosidad una búsqueda en Internet poniendo la frase "comprar Valium sin receta" y me han salido nada menos que 761.000 resultados en 0,31 segundos. Si la frase se pone en inglés, las respuestas se duplican de lejos en un tiempo equivalente. Google no te dice cuántas de esas páginas son un timo, ni cuáles de ellas pueden llevarte a padecer una enfermedad muy seria pero, llegados a estas alturas, son muy pocos quienes pueden alegar ignorancia. Si hay algo que supera en auge a las adicciones a los fármacos es, sin duda, el enganche a la pantalla del ordenador, la tableta o el móvil. Una cosa lleva a la otra con la duda, en último término, de cuáles son las tentaciones más peligrosas a medio plazo. Porque uno largo va a ser muy pronto impensable en este mundo al que tan rápido nos acostumbramos.

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