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Opinión

Las patologías del verano turístico

Las salas de urgencia de los hospitales constituyen el reflejo de muchas cosas. Entre ellas figura en un lugar destacado el estado de salud y los puntos débiles de determinados colectivos sociales en cada época del año. Por eso en la puerta de servicio de Son Espases y Son Llàtzer saben mucho de las alteraciones específicas que provocan los excesos cometidos al amparo de la permisividad, el anonimato y la falta de responsabilidad personal, todo hay que decirlo, de la gran fiesta del verano turístico mallorquín.

Los servicios de urgencia de los hospitales de la isla se han visto forzados incluso a desarrollar protocolos específicos para determinar cómo se debe actuar ante quien pasa directamente de la juerga al dispensario, con borrachera de por medio e incapacidad de comunicarse con el doctor. Después se ve que en muchos casos bastaría con dormir la mona, pero con el susto y el descontrol, el exceso acaba en el hospital. A ello hay que sumar todavía los casos más graves de las caídas desde los balcones.

La contaminación etílica y el balconing que suele asociarse a ella están descritas ya como patologías específicas de un sector del turismo que llega a Mallorca. Antes que para conocer la isla y descansar vienen a practicar una forma nociva de diversión y a emborracharse. Podríamos discutir los conceptos pero, en tiempos de inmediatez, importan más las consecuencias.

Mientras que, por regla general, en la mayoría de hospitales bajan las visitas a urgencias en verano, en los de Mallorca se incrementan debido a insolaciones, accidentes varios y sobre todo, el turismo de borrachera. En época de vacaciones, también de los médicos, Son Espases ve incrementada la demanda de atención en un 15%. El año pasado se atendieron a 543 pacientes intoxicados por alcohol. El hospital de referencia y Son LlàtzerSon Llàtze contratarán ahora a siete doctores para hacer frente a esta plaga.

Es una situación que habla con claridad del deterioro económico, social y humano de un sector considerable del turismo que llega a Mallorca. Con promesas de reconversión de por medio, se mantiene un debate y una reflexión pendiente que permanece en el horizonte y necesita afrontarse con seriedad.

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