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Análisis: La charca se hace más profunda, por Jaume Bauzà

El miedo y la extorsión son dos armas poderosas para hacer dinero, pero ninguna actividad cimentada sobre la corrupción puede durar mucho sin la complicidad activa o pasiva de determinados políticos.

Lo sabían los clanes gallegos de la droga, la mafia italiana y Tolo Cursach. También Miquel Pascual, dueño del Grupo Pabisa y presunto anfitrión de Álvaro Gijón y José María Rodríguez en saraos y orgías. La charca es grande y caben unos cuantos más.

Por lo general un empresario de la noche puede hacerse rico siguiendo cauces legales. Salvo en Mallorca, donde necesitará cimentar su imperio sobre tres patas: policial, empresarial y política. Y aquí vuelve a reclamar su cuota de protagonismo el expresidente del PP de Palma.

El juez Florit, sucesor del defenestrado Penalva, ha imputado a Pascual por, presuntamente, organizar orgías a las que invitaba a Rodríguez y a Gijón, dos ilustres inquilinos de la charca a los que el agua les llega hasta el cuello después de su primera imputación formal en el caso. Demasiado incluso para los que montan manifestaciones frente a los juzgados para defender al patrón y sus adjuntos.

Según el juez, no faltaba de nada en la finca de sa Bassa, propiedad de Pascual y escenario de las orgías a las que asistían los dos políticos y otras policías locales que van a tener que dar muchas explicaciones.

Los golfos y los corruptos también saturan Mallorca, hábitat natural de empresarios obsequiosos, políticos dedicados a la rapiña y policías convertidos en sicarios de uniforme. Sin el exhibicionismo de Sicilia, pero igual de efectivo.

La investigación judicial ha ido engordando con detenidos, imputados, y testigos protegidos. Pero, ¿y si esto solo fuera la punta del iceberg?

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