Antes que nada, Rayan asienta que el proceso en el que está inmerso en la actualidad no es un cambio de sexo sino una reasignación de género. "Por causas desconocidas de la naturaleza humana no nacimos en el cuerpo que sentimos", interpreta.

"Me dí cuenta de esta circunstancia cuando tenía cuatro años, al empezar a tener uso de razón percibí que algo no iba bien, que yo no tenía que haber nacido niña. No me identifiqué con mi género desde el minuto uno", reconstruye su pasado. Nacido en 1970, planteó sus inquietudes a su familia en el 75, con el dictador Franco todavía entre los vivos. "Mi familia era de izquierdas e inicialmente no me tomaron muy en serio. No se comportaron de una manera agresiva conmigo, les hacía gracia el hecho de que yo me cambiara el nombre. Y me dejaron vestir como yo quería. Tuve mucha fortuna en una época en la que sus amistades les recomendaban que me enviaran al psicólogo e incluso que me sometieran a terapias de electroshock", prosigue.

Rayan rechaza categóricamente que el hecho de vivir en una familia muy femenina, con una madre separada y dos hermanas pequeñas, haya condicionado su sentimiento de ser un hombre. "¡Qué va! Es una cosa con la que naces, es física, hormonal. No es social, no es por la familia porque cuando tienes raciocinio es lo primero que manifiestas", subraya.

En una época en la que su problemática era un auténtico tabú, no le quedó más remedio que seguir adelante: "Asumes la vida que te ha tocado vivir, piensas que es un tema que no tiene solución".

Preguntado sobre si sufrió acoso escolar, Rayan contesta que no, que siempre ha tenido aspecto masculino y una fuerte personalidad y que en la escuela siempre fue un líder y mantuvo buenas relaciones con todo el mundo "como un chico más. Con ellos me llevaba especialmente bien. Me gustaba su forma de razonar, lo veían todo más sencillo. Me aconsejaban que si quería ser un chico como ellos, me operara y ya está. Pero yo me preguntaba, ¿Y cómo?".

No tuvo episodios de bullying más allá de una agresión que sufrió por parte de una profesora a los 11 años. "Yo siempre me iba a la zona del patio en la que mis compañeros estaban jugando al fútbol y un día una maestra, molesta por mi actitud, me abofeteó y me cogió por la oreja y me llevó hasta donde las chicas estaban jugando a la comba. Al día siguiente mi madre fue al colegio. Yo no estaba presente, pero los gritos del despacho se escuchaban desde fuera. Le exigió que me respetara como yo era. No creo que esa profesora haya olvidado todavía a mi madre. Y lo cierto es que nunca volví a tener ningún problema de ese tipo".

Camiseta de Arconada

Desde muy pequeño ya mostró su inclinación por el deporte. Jugaba al fútbol y al tenis y su ídolo era el de muchos niños de aquella época: Luis María Arconada, guardameta de la Real Sociedad y la selección: "Llevaba todo el día una camiseta suya puesta y mi madre me la tenía que arrancar literalmente para poderla lavar".

La etapa más dura fue la de la adolescencia. "Lo que más te marca es que te crezca el pecho, porque hace visible un género en el que no estás a gusto. La primera regla también fue muy dura. Pero tienes que sobreponerte y buscar la manera de poder vivir en sociedad".

Decidió dedicarse profesionalmente a dar clases de tenis, actividad que desarrolla desde el año 1991 y a la que todavía se dedica tras pasar primero por la escuela Sport Inca y más tarde en la escuela municipal de Sineu.

"Pese a que yo nunca he ido vestido como Sharapova sino más bien como Djokovic, el respeto con el que me han tratado en el mundo del tenis ha sido absoluto. ¿Que si algunos padres habrán desestimado que enseñara a sus hijos por mi aspecto? Eso nunca lo sabré, pero jamás he recibido ninguna queja formal", sostiene.

Hace seis meses decidió materializar una idea que le rondaba por la cabeza desde hace muchos años: iniciar el proceso de reasignación de género. "He dejado a un lado el miedo por la hostia social que me puedo llevar porque la sociedad no me acepte. Pero llega un momento en el que decides seguir adelante y dejar atrás una vida de mentiras", revela categórico. Fue al médico de cabecera de su pueblo, persona de confianza que le quiere y le estima y que se mostró en todo momento colaborativo pese a que no sabía muy bien cómo actuar. "Me preguntó; 'Y eso, ¿cómo se hace?' (risas). Pero se informó y me derivó a la endocrina Margalida Font del hospital de Inca, que me prescribió un tratamiento con testosterona con el que llevo seis meses, con inyecciones mensuales y del que poco sé ya que te van informando sobre la marcha. Creo que tendré que seguirlo durante dos años".

Rayan, a diferencia de las críticas vertidas por Ben Amics contra la conselleria de Salud por, asegura la asociación LGTBI, dar la espalda a las mujeres trans que se quieren cambiar de sexo, asegura que el Servei de Salut "me ha llevado en volandas. Cuando empiezas el tratamiento, ya te cambian el nombre en la tarjeta sanitaria. En la mia ya figuro como Rayan. Otra cosa es el DNI, que no te lo cambian hasta los dos años de haber empezado el tratamiento, aunque creo que en el Congreso se está negociando un acortamiento de este plazo".

Aunque sí tiene pensado someterse a una mastectomía -"No es muy estético llevar barba y tetas a la vez", remarca con una rotundidad muy masculina-, no baraja la posibilidad de operarse los genitales ya que con el tratamiento hormonal se produce un desarrollo natural de los genitales masculinos, aunque también tiene las cosas muy claras en ese sentido: "No vemos la masculinidad en el pene, no me preocupa lo más mínimo. Yo no baso el género en eso, sino en poder salir a la calle y que te vean como realmente eres", concluye su historia Rayan no sin antes querer insistir en dos aspectos.

El primero de ellos, la etiqueta trans. "Para mí trans significa tránsito físico porque se me está poniendo el cuerpo que quería y sentía. Por eso, una vez que consiga lo que perseguía, no quiero que se refieran a mi como un chico trans, sino como un chico y punto. Lo de chico trans me chirría", remarca.

Y el segundo es tener un recuerdo para sus vecinos de Sineu por el apoyo que ha recibido de toda su comunidad. "No solo a nivel político (en alusión a los diferentes concejales de deportes que siempre le han apoyado), sino de todos los padres de mis alumnos, de los propios niños. Hay padres que me han abrazado, han llorado conmigo y me han dicho '¡Olé tus huevos!' en señal de apoyo.

Ahora mismo me estoy emocionando y lloraría si pudiera, pero creo que el tratamiento que estoy siguiendo me impide hacerlo", acaba su historia este hombre con las ideas muy claras.