"A un padre o a una madre siempre le preocupa mucho que su hijo esté bien atendido en un centro cuando muera. Ese lugar debería haber sido el centro de Joan Crespí, un espacio de referencia para que los grandes discapacitados recibieran los mejores cuidados. Pero se lo han cargado", lamentó ayer Adela Jiménez, una de las promotoras de la construcción del edificio junto con su marido, José Yarza, expresidente de la Confederación balear de personas con discapacidad.

Jiménez y otras críticas como Catalina Suau, presidenta de la Associació de la Malaltia de Huntington y madre de una usuaria del centro, siguen dando la batalla para que el edificio tenga el uso para el que fue pensado inicialmentebatalla para que el edificio tenga el uso para el que fue pensado inicialmente: un lugar en el que los grandes discapacitados puedan ser ingresados largas temporadas mientras reciben la atención necesaria.

Pero el edificio, inaugurado a toda prisa por Jaume Matas en 2007, nunca llegó a ofrecer ese tipo de prestaciones. Sí era utilizado como centro de día y para atender a pacientes dentro del llamado Servicio de promoción de la autonomía personal y de apoyo a la vida independiente para personas con discapacidad física (SEPAP), que el Govern cerró formalmente hace unos meses porque las competencias pasaron al Consell.

"Se gastaron 8 millones de euros en construir este centro y ahora ya solo lo tienen para oficinas y rehabilitación. Lo tiene todo para ser un centro de referencia, pero llevan años dejándolo morir", criticó Jiménez. "Hace tiempo que no cambian ni un enchufe, lo tienen dejado de la mano de Dios", terció Suau.

Las dos mujeres negaron que exista en la isla otra infraestructura que pueda prestar "una atención adecuada" a grandes discapacitados. Un extremo que rechazó rotundamente Matías Bosch, presidente de la Federación de Personas con Discapacidad Física (PREDIF). "Todos los usuarios están perfectamente atendidos por el Consell que nos ceden en los pueblos. Seguimos atendiendo a una decena de personas en el centro de Joan Crespí porque ellos lo prefieren así. Si fuera por mí, echaría abajo ese edificio. Nunca ha sido funcional", indicó Bosch.

Una portavoz del Govern, por su parte, reiteró que no hay marcha atrás: "Todo seguirá como ahora".