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Análisis

Hoteleros y govern, sin remedio

Hoteleros y govern, sin remedio

La revolución feminista en curso concluirá triunfante, mucho antes de que los hoteleros asuman que han obtenido unos beneficios históricos con un Govern de izquierdas. Desde la perspectiva que conceden tres años de una mayoría parlamentaria sustentada en Podemos y Més, los empresarios no podían esperar un comportamiento más exquisito.

No importa. Los hoteleros han defenestrado a sus líderes de opereta y maneras estrepitosas, pero no por paródicos, sino porque su estridencia les alejaba del objetivo propuesto. Se trata de doblegar a toda costa a un Govern al que intrínsecamente no pueden reconocer. La historia de una enemistad incurable.

Las diferencias son insignificantes, entre las respectivas explotaciones turísticas de Mallorca y Cuba. El castrismo retira la mitad de los beneficios, el Mediterráneo se muestra más generoso que el Caribe. Y el PSOE no es más levantisco que el compañero Fidel Castro y descendientes. Da igual, la visceralidad no atiende a razones y la izquierda siempre es una usurpadora. Los votos, y la sensibilidad social que dejan traslucir, componen un detalle sin importancia. El empresariado afronta además la zozobra adicional de elegir entre PP y Ciudadanos.

En las tormentosas relaciones entre los tres Governs de izquierdas y los hoteleros, siempre han cedido los progresistas. El segundo Antich ni siquiera se atrevió a reeditar la ecotasa, los grandes empresarios turísticos reconocían asombrados que "nos da todo lo que le pedimos". Armengol, impávida al enfrentarse a Susana Díaz o los pájaros lambanes, cae presa de súbitos temblores si se le menciona la saturación. Se expresa con labores de filigrana, pierde votos para satisfacer a los patronos.

Las deferencias protocolarias se conjugan con un entreguismo en lo sustancial. El Govern progresista ha concedido a los hoteleros una libertad absoluta. Empezando por la autorregulación, dado que no existen servicios de inspección dignos de tal nombre. Es decir, la imagen de Mallorca está privatizada.

Los privilegios inagotables ni siquiera garantizan la indiferencia, la brújula sigue apuntando hacia la hostilidad. Con subidas anuales del diez por ciento, los hoteleros denuncian que una décima parte de ese sobreprecio se oriente hacia la ecotasa, un remiendo para mantener la ficción del retorno del desgaste turístico. Ni por ésas. Nada es suficiente.

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